« (…) este movimiento del nuevo cine, constituye una gran batalla, de una enorme trascendencia no solo para nuestra identidad, sino para nuestra liberación, para nuestra independencia, para nuestra supervivencia»
Al terminar la edición 44 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, tras apreciar el éxito rotundo en la calidad de las obras y el respaldo del público cubano, muchos pensamos en Fidel, quien tanto abogó por que la dimensión cultural de este y de otros certámenes propendiera a la configuración de un pensamiento crítico nuestroamericano, antineocolonial, libre, digno y soberano. El promotor e inspirador del surgimiento de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano propugnaba la emancipación desde el surgimiento (y la ineludible visualización) de un séptimo arte raigal, identitario, a contracorriente de la narrativa hegemónica y su discurso de legitimación de los valores occidentales.
Al medir el peso de estos festivales, debemos volver, una y otra vez, a él, piedra filosofal en su gestación, desarrollo, resultados, sí; pero, además, visionario en el discernimiento del alcance de una idea que supera por mucho el evento, para instaurarse en relato y rutero, hecho y resultados, a favor de la defensa de nuestras imágenes e imaginario.
Sobre la acción decembrina, un festival de todo el pueblo (como él quería), reactivado, energizado este año con positivas vibras generadoras de un espíritu de confianza en su continuidad y fortalecimiento, podría analizarse mucho, pero cualquier intento hermenéutico no puede soslayar a Fidel, propulsor y exégeta. Y, en tal sentido, debe recordarse, leerse nuevamente su discurso de clausura del VII Festival, pronunciado hace 38 años, pero con total vigencia hoy día:
«¿Y dónde se produce la mayor parte de lo que nosotros vemos, lo que nosotros presenciamos, lo que nosotros disfrutamos o tratamos de disfrutar? No se produce precisamente en nuestros países, no se produce en América Latina. No solo los aviones que debemos adquirir para viajar sobre los océanos o a largas distancias, no solo las computadoras, no solo infinidad de equipos, de mercancías y productos industriales que son muchas veces artículos lujosos de esas sociedades de consumo, sino, ¡nuestro cine, nuestra televisión, nuestra cultura, o nuestra falsa cultura, la estamos importando! Y así resulta muy doloroso, cuando algunos sociólogos han hecho investigaciones de lo que saben los jóvenes, o lo que saben los niños de América Latina, y se encuentran con el hecho horripilante de que un 70 % o un 80 % de los niños sabe quién es Superman, o cualquier otro personaje de las tiras esas que nos envían en masa, ¡y no saben quiénes fueron los héroes que hicieron posible la independencia de sus patrias!» A su juicio, «esta guerra contra la mente es peor todavía que la que hicieran con virus y bacterias reales; es más humillante, es más degradante, es más insoportable, más difícil de erradicar. En ese sentido, el Nuevo Cine Latinoamericano ofrece materiales de otro tipo, de otra calidad a la comunidad internacional». Más adelante, afirmaba: « (…) este movimiento del nuevo cine, constituye una gran batalla, de una enorme trascendencia no solo para nuestra identidad, sino para nuestra liberación, para nuestra independencia, para nuestra supervivencia. Porque si no sobrevivimos culturalmente, tampoco sobreviviremos económica ni políticamente».