En ocasiones la naturaleza muestra caprichosas formas de expresar
algunas de sus creaciones, muchas de ellas en beneficio del hombre.
Así le sucedió a Martha Hernández Pino cuando observó nacer y
expandirse una mata de calabaza en la terraza de su casa, localizada en el
centro de la capital avileña y que no tiene patio.

De una fina grieta del piso de cemento comenzó a salir un delgado troco
con las hojas y día a día crecía arrastrada hasta que chocó con los
ladrillos de la tapia y entonces su guía empezó a escalar. En su recorrido
encontró un clavo y allí creó una rama que se enroscó para aguantarse.
Resulta un misterio cómo una semilla de calabaza pudo enterrarse en la
referida abertura y germinar dentro del cemento y algunas partículas de
tierra.

Refiere Martha Hernández Pino que ya ha cultivado varias calabazas de
buen tamaño, color intenso, masa solida y agradable sabor. Esto ha
constituido un ahorro, dado el alto precio de este fruto en el mercado.
La literatura especializada en agro alimentos dice que “la calabaza es un
alimento rico en agua y en fibra, con bajo aporte calórico, ideal para
personas de sobrepeso y problemas digestivos. Además, la calabaza
contiene betacaroteno, un componente antioxidante”,

Y de las semillas asegura que “ayudan a impedir la caída del pelo y
reducir la probabilidad de osteoporosis, también a bajar el colesterol en
las mujeres y pueden curar en gran medida las quejas de vejiga
demasiada activa, regulando la disfunción urinaria”.

Entonces esta experiencia puede tomarse hasta en viviendas sin patio y
provocar la siembra de calabaza hasta en macetas, para obtener esta
vianda, la cual puede consumirse de varias formas: hervida, en potajes y
sopas, como ensalada y hasta en dulces, porque el flan de calabaza es un
postre delicioso.

En tiempo en que escasean y se encarecen los alimentos, se le agradece
a los caprichos de la naturaleza, tan sabia y oportuna, que ofrezca
productos hasta en condiciones excepcionales.