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Agramonte, dignidad y patriotismo en grado sumo

Todos los cubanos, y especialmente la juventud, tienen en Ignacio Agramonte y Loynaz a un gran militar y estadista; un hombre consciente de la significación de justicia, independencia y libertad.

Inteligente y amoroso; fiero y sensible; decidido, capaz y ejemplar en todo.

No tuvo Martí el privilegio de conocerlo, pero supo de Ignacio Agramonte, El Mayor, por los relatos que le contaron y por lo que leyó, y de él dijo: Por su modestia parecía orgulloso: la frente, en que el cabello negro encajaba como en un casco, era de seda, blanca y tersa, como para que la besase la gloria: oía más que hablaba, aunque tenía la única elocuencia estimable, que es la que arranca de la limpieza del corazón; se sonrojaba cuando le ponderaban su mérito. Ignacio Agramonte representa en grado sumo la dignidad y el patriotismo de los cubanos.

El Mayor sigue cabalgando

Máximo Gómez lo calificó como el Sucre cubano y Manuel Sanguily: un Simón Bolívar. Porque Ignacio Agramonte poseía un genio militar innato y cualidades excepcionales para conducir su tropa en el combate, de ahí las múltiples victorias alcanzadas en apenas 3 años y medio de contienda bélica en que participó.

Con 32 años cayó en combate en Jimaguayú, en el Camagüey que tanto amó. Agramonte, abogado y amante amoroso, en Guáimaro contribuyó a la forja de la primera Constitución de la República.

Por su vigencia en la estrategia y táctica de lucha, Fidel exclamaría: Y si queremos saber cómo deben ser nuestros tanques en la hora del combate: deben ser como la caballería camagüeyana de Ignacio Agramonte en el rescate de Sanguily.

A 181 año de su natalicio, Ignacio Agramonte sigue cabalgando.

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