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La única ayer, hoy y siempre (+Audio)

Tienen tus ojos esa melancolía Del sol cuando en crepúsculo se levanta, pero oculto en el nido de tu garganta. Hay una alondra clara que anuncia el día. Siempre en el recuerdo, por su impronta irrepetible, Rita Montaner continúa presente en la cultura cubana.

Que compañeros de arte que la conocieron sean fieles a su recuerdo, no debe sorprender a nadie. Pero que jóvenes nacidos después de su muerte se nutran de su ejemplo y se interesen por su repertorio, implica ir a la raíz para encaminar el futuro.

Y es que ella, con su gracia inigualable y su impecable ejecución al piano, completaba el encanto de un sonido delicioso, afinado, bien timbrado y de gratísimo acento.

Asombraba su vasta cultura. Hablaba de todo, asimilaba cuanto leía y escuchaba. Lo que sus ojos veían, no lo olvidaban jamás. Su nombre fue siempre sello de gloria. Anunciarla era augurar un éxito a teatro lleno.

El primer Concierto Típico de nuestra música, la primera audición radial y los inicios de nuestro teatro lírico, la tuvieron como intérprete y desde allí eslabonó su carrera triunfal para hacerse imprescindible en mundo artístico hasta el punto de convertirse en la embajadora de la música cubana.

Rosas y violetas, Pensamiento, Niña rita, la Tierra de Venus, Mamá Inés, el manicero y Siboney, son obras que alcanzaron esplendor en su inigualable voz. Ritmos como la guaracha, la canción, la criolla, el mosaico africano, el tango, la rumba y el pregón, encontraron en esta cubana su más valiosa exponente.

Hoy la carismática mulata constituye ejemplo para las nuevas generaciones de cantantes. Estudiosa de su arte, trabajadora infatigable, con gran concepto de la responsabilidad artística, dio todo lo que tenía (y era mucho) al arte en Cuba.

Evaluada por el público (supremo juez), que le dio esa categoría que escapa a los parámetros de cualquier sistema de evaluación: Rita Montaner fue, es y será siempre: la Única.

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