«Ciego de Ávila es un pueblo que siempre ha amado mucho a Arnaldo y se ha visto representado en todas las épocas con su música. Pienso que este tema será un paso más en esta familiaridad y se van a sentir muy representados, porque ahora mismo Latir avileño es algo que está presente en todas las instituciones, en el pueblo de Ciego, y en cualquier parte se está respirando esta frase, este sentir», me comentó Betzayda Velázquez, una joven músico que se ha sumado a la canción que por estos días ha estado grabando el «mulato acelera’o» de Ceballos, otro regalo para el terruño del que jamás se ha ido totalmente:
«Por supuesto que una parte grande de mi corazón sigue estando en Ciego, en Ceballos, allá en el pueblito donde nací y donde hice mis primeras trastadas; que les pregunten a los vecinos y a mi mamá…», reconoce en tono jocoso, pero con una nostalgia que no le interesa disfrazar, ni podría, pues ya la ha cantado mucho, y agrega:
«Entonces, claro que acepté enseguida cuando las autoridades de la provincia me propusieron hacer el tema que acompañaría todo ese movimiento que ha convertido el #LatirAvileño, más que un eslogan, en un sentimiento, un impulso, una fuerza para trabajar y avivar el orgullo por Ciego de Ávila».
Desde la tierra de la piña, de la que ya también podría decirse con justicia «la tierra del Talismán», llegaron Betzayda y un muchacho inquieto que se presenta así:
«Soy de Ciego de Ávila, siempre he sido de Ciego de Ávila; todo el mundo me conoce como Papi Yordanky, cantante y director de la Súper Parranda de Ciego de Ávila, y quiero decirles algo muy importante: esto es puro sentimiento. Muchas gracias a Arnaldo, que siempre está delante, dando su corazón. Esto es muy importante para nosotros; con mucho cariño y amor hemos acogido esta canción y todo lo que vamos a hacer es por Ciego».
Geordanky Manrique asegura que logró insertarse rápidamente en la dinámica del tema: «Gracias a Dios, muy bien. Esto fue un poco corriendo, aunque la música siempre tiene cosas similares, esto es algo diferente a lo que hago habitualmente; fue muy rápido todo, un poco improvisado, pero rico, poniéndole empeño y corazón para todos los avileños».
Betzayda es una avileña «adoptada», digo yo, y «aplatanada», rectifica ella. Es natural de Santa Clara, fue a Ciego para el servicio social luego de graduarse del nivel medio de música y algo muy fuerte la dejó allí:
«Lo primero que me atrapó fue el amor, y lo otro es que Ciego de Ávila me ha brindado la oportunidad de crecerme como músico. Me ha abierto las puertas a la música cubana, porque soy directora de una agrupación de música cubana que se llama Aroma, y también en la música clásica he logrado grandes cosas con la Banda Provincial de Conciertos; además, en el proyecto Música abierta, del maestro Juan Carlos Corcho Vergara, donde hacemos música de todo tipo, desde lo más clásico hasta lo popular concertante».
¿Ya te sientes avileña?, le pregunto, y no duda: «Seguro. Ciego de Ávila me ha dado todo: mi familia, el hijo que tengo y el crecimiento musical también».
Luego habla en plural: «Este tema nos ha encantado. Ha sido algo magnífico, una experiencia única, nunca habíamos estado de forma profesional en un estudio como este, son los estudios de la Egrem, es algo icónico. Nos hemos compenetrado con el tema y pienso que el resultado va a ser muy bueno».
De eso está segura esta reportera, porque ya lo escuchó y lo bailó con los artífices en el Estudio 18 de la Egrem, pero también porque en él hay una espiritualidad permanente y raigal, desde que salió de la inspiración de Arnaldo, hasta que atravesó generaciones en las voces de Betzayda y Papi Yordanky, todos movidos, sacudidos precisamente por eso que llaman #LatirAvileño.