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Un carnaval más discreto que sencillo

Nada como un carnaval para descifrar los signos de lo popular en su más prístina condición, pues, como fenómeno sociocultural, integra múltiples dimensiones de un modo de ser, ponderando, obviamente, la profanidad de la existencia desde la secularidad más estridente.

Y este Carnaval de las Flores, quizás el más modesto de su historia, tiene un mérito innegable: solventar mayúsculos escollos con lo más auténtico de nuestras tradiciones culturales. Así lo evidencian los paseos con los grupos portadores, una iniciativa loable que, más allá del colorido barroco, dota de lógica e intención estos festejos por el septuagenario aniversario del Carnaval de las Flores.

Cierto que ya no hay topes competivos, que se extrañan las carrozas y las comparsas, que la iluminación del área principal es insuficiente (hasta para tomar fotos con un mínimo de dignidad), pero el intento vale la pena y el pueblo ha sabido aquilatar la valía de este desfile de tradiciones.

Todavía quedan el sábado y el domingo para el disfrute de estos paseos. Su recorrido parte desde la arteria principal de Máximo Gómez hasta calle 4 para desembocar en la Avenida de los Deportes, justo al frente al Anfiteatro, donde se ejecutan las evoluciones coreográficas de los grupos portadores.

Las carrozas de Chambas, Renacer Haitiano de Morón; Okay, de Venezuela; La Cinta, de Baraguá; y el grupo de danza canaria Los Magos, así como los bandos Rojo y Azul, de Majagua son los protagonistas de estos paseos, cuya modesta fastuosidad engalana con sobrada virtud los festejos.

Estos grupos son responsables de mantener vivas las tradiciones y costumbres que se han transmitido de generación en generación. A través de sus danzas, vestimentas y rituales, ayudan a conservar la identidad cultural de una comunidad.

Aunque se basan en tradiciones, estos grupos también pueden innovar y adaptarse a los tiempos modernos, lo que permite que las tradiciones evolucionen sin perder su esencia. De hecho, los paseos recién retomados (después de cinco años de ausencia) en el Carnaval de las Flores así lo demuestran.

Más allá del notable desequilibrio entre las luces y las sombras, así como de las opiniones encontradas en las redes sociales en Internet, los discretos festejos por el septuagenario Carnaval de las Flores en Ciego de Ávila también tienen su mérito, sin confundir la humildad con lo mediocre.

En resumen, los grupos portadores de tradiciones son esenciales para la vitalidad y autenticidad de un carnaval, desempeñando un papel clave en la preservación cultural, la cohesión social y la promoción del patrimonio artístico.

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