El turismo es fuente de notable de ingresos para América Latina y el Caribe (ALC), pero las vulnerables medioambientales evidencian crecientes escollos para el sector y la economía regional en función del progreso sustentable.
Evaluaciones del banco CAF acreditan que los ecosistemas del área constituyen un valioso patrimonio con más del 60 por ciento de la biodiversidad del planeta, sin embargo, están entre los más amenazados.
“La deforestación, la expansión urbana descontrolada, la contaminación y el cambio climático están causando una degradación acelerada de los recursos naturales”, resumió la institución financiera, a través de su página web en marzo de 2025.
No obstante, la zona puede abrirse caminos “no solo por su biodiversidad y paisajes naturales, sino también por su cultura, historia y la calidez de su gente, lo que la convierte en un lugar atractivo tanto para los turistas como para los inversionistas”, opinó el CAF al presentar la iniciativa de Marca Región, en la feria internacional Fitur-2025, en España.
Dentro de Sudamérica, la contribución de la llamada “industria sin chimeneas” al producto interno bruto (PIB) ronda 2,5 por ciento, avaló la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
En el espacio geográfico de México-Centroamérica, la proporción equivale a casi cinco por ciento del PIB, mientras que en el Caribe asciende a 20, aunque con sensibles diferencias entre los Estados, redondeó la Cepal en su informe de 2024 “América Latina y el Caribe ante las trampas del desarrollo: transformaciones indispensables y cómo gestionarlas”.
La rama, añade el documento, respalda 10 por ciento del empleo en Latinoamérica y 35 en el ámbito caribeño, si bien, 52 por ciento de las personas ocupadas trabaja en la informalidad y con bajas remuneraciones.
Prevalecen visiones equidistantes cerca de los beneficios, aunque los vaticinios dan cuenta de calamidades: el aumento del nivel del mar y la acidez de los océanos, ejemplificó la Cepal, amenazarán la infraestructura turística costera y los atractivos naturales, incluidos cambios en la biodiversidad, en detrimento del ecoturismo.
Este fenómeno, puntualizó, ya se está observando en los arrecifes coralinos del Caribe, cuya cubierta viva disminuyó 60 por ciento en los últimos 20 años por las variaciones climáticas y otros factores.
La elevación del mar, la erosión costera, los procesos de regresión e inundación del litoral o la penetración salina, advirtió, tendrán impactos profundos y múltiples en el turismo costero al degradar infraestructuras y sitios atractivos como las playas.
Asimismo, el calentamiento de las aguas marinas contribuyó a la presencia del sargazo en cantidades muy superiores a las normales en distintas demarcaciones caribeñas, perjudicial para la actividad turística, la pesca y la biodiversidad (provoca la muerte de los corales) y obliga a realizar tareas de limpieza con costos significativos.
Si bien gran parte del turismo depende del patrimonio natural y cultural, también existen limitaciones de personal y presupuestarias para poner en valor y gestionar los sitios, así como una vinculación poco estructurada entre las necesidades específicas del giro y las agendas ambientales y culturales, juzgó la agencia de Naciones Unidas.
“Dado el interés que despierta el inmenso acervo natural y cultural de la región, una oferta turística de calidad e innovadora podría contribuir a mejorar los empleos y las condiciones de las comunidades locales, agregar valor a la experiencia turística e impulsar la innovación en otras industrias”, fundamentó la Cepal.
El tema resulta de vital trascendencia para los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (PEID), entre ellos los caribeños, teniendo en cuenta los pronunciamientos de la Cuarta Conferencia Internacional para los PEID, realizada en mayo de 2024 en Saint John, Antigua y Barbuda.
Durante el evento, ONU Turismo informó que en 2023 alrededor de 38 por ciento de los ingresos por exportación de los PEID (excluido Singapur) procedían del turismo internacional, proporción que llegaba hasta el 85 por ciento en algunos destinos. Dichas entradas, rememoró, eran de 43 por ciento antes de la pandemia de la Covid-19.
El PIB directo del turismo en los PEID oscila de 0,7 a 15,2 por ciento, con un marcado contraste en los índices de exportación, a causa de las elevadas pérdidas económicas, valoró la entidad, conocida años atrás como Organización Mundial del Turismo.
Riesgos relativos al clima, el tiempo y los problemas hídricos provocaron pérdidas a los PEID por más de 153 mil millones de dólares desde 1970 hasta la fecha, denunció en la Cuarta Conferencia el político trinitario Dennis Francis, en su condición entonces de presidente de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.
Desde la óptica de la Cepal, el conjunto de ALC “enfrenta diversas trampas de desarrollo que constituyen enormes obstáculos para construir un futuro más productivo, inclusivo y sostenible”.
A escala regional, pormenorizó, persisten notables brechas asociadas a la industria del ocio, entre ellas, la precarización y la feminización de los empleos, la emisión de gases de efecto invernadero, los conflictos por el uso del recurso hídrico local, la poca innovación de la experiencia turística y los conflictos de tenencia de tierra en zonas rurales o en el acceso a vivienda en ciudades.
Mientras tanto los territorios insulares concentran las mayores pérdidas materiales y financieras debido a las alteraciones del clima y los desastres, en un escenario económico mundial, caracterizado por la inflación, el auge del endeudamiento, el declive de la financiación oficial para el desarrollo y la conjugación de múltiples crisis.