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Photogram from Baby (Brazil, 2024), by Marcelo Caetano

Tres filmes, una esencia

Representar la realidad del continente es una constante en la mayoría de las obras que llegan hasta el 45 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano

Representar la realidad del continente es una constante en la mayoría de las obras que llegan hasta el 45 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Factores comunes convergen para hacer que filmes con distinta procedencia o producción terminen reflejando una problemática común. Este es el caso de los cineastas Marcelo Caetano, de Brasil; José Rodrigo Álvarez, de México, y Vinko Tomicic, de Chile, quienes, desde diferentes puntos de vista, idioma y país, e impulsados por sus experiencias personales, trataron el tema de la soledad y sus variadas formas de manifestarse.

BABY (BRASIL)

La película narra la historia de un chico recién salido de la cárcel que se enfrenta a los desafíos de sobrevivir sin familia ni amigos en las agitadas calles de la ciudad de Sao Paulo, mientras busca salir adelante, sucumbiendo a un mundo de droga, prostitución y caos.

«Para este filme tuvimos la colaboración de Francia y Países Bajos en cuanto a presupuesto. Lo filmamos en 2023, y se estrenó en mayo, en la Semana de la Crítica de Cannes. Desde ese día estamos haciendo un recorrido de festivales para hacer la divulgación. Se trata de un homenaje a mis vecinos, a la gente que conozco de la calle», comentó Marcelo Caetano, director de la película.

«Todas mis películas tienen un trasfondo personal porque yo salí de casa cuando tenía 18 años, y tuve que elegir de cierta manera una familia no biológica en Sao Paulo, para escapar un poco de esa soledad. Este es un tema muy importante porque ahora en Brasil hay una discusión muy fuerte sobre lo que es considerado políticamente una familia. Mi película es una película lgbt, es una demostración de que nosotros también podemos formar familias».

Fotograma de Soy lo que nunca fui.

SOY LO QUE NUNCA FUI (MÉXICO)

La emigración, tema recurrente que afecta en todos los aspectos la realidad latinoamericana, es la protagonista del filme dirigido por José Rodrigo Álvarez. Sin embargo, en esta ocasión, el autor nos propone una nueva perspectiva del asunto: ¿Qué pasa con esa familia que espera en la soledad de la casa?

«Desde niño viví muy de cerca el fenómeno de la migración, en mi caso fue internamente interna, cuando nos mudamos a Tijuana, un estado que, aunque estaba en el mismo país, era una cultura diferente a la mía. Fue difícil, justamente, encontrar a dónde pertenecía, y esos fueron los puntos claves que quise representar en la película».

La soledad, como tantos otros sentimientos, puede manifestarse de diversas maneras, algo que Álvarez supo utilizar muy bien a la hora de moldear lo que sería su ópera prima.

«Siempre se habla de paredes y separaciones que aíslan a países o culturas. Para mí era también importante transformar ese concepto del muro a otro tipo de muros emocionales dentro de una misma familia que vive en la frontera producto de una migración, pero que entre ellos tienen barreras invisibles, sobre todo de comunicación».

Fotograma de El ladrón de perros. 

EL LADRÓN DE PERROS (BOLIVIA)

El filme cuenta la historia de Martín, un joven de 14 años que trabaja como lustrabotas en la ciudad de La Paz. Sin una familia biológica que se hiciera cargo de él, y obsesionado con la idea de tener un padre, el protagonista roba el perro de un cliente, para así llamar su atención mediante la extorción y la manipulación, hasta conseguir su propósito. Es una película que habla sobre la búsqueda de identidad en ese momento de la vida, cuando se está dejando la infancia y se enfrenta la adultez.

«Estuvimos más de ocho años pensando y buscando la forma de llevar a cabo la producción. Hicimos varios castings a muchachos de la calle. Hay muy pocos actores profesionales en el filme, la mayoría de ellos nunca habían actuado, incluyendo al protagonista, lo cual resultó en un proceso de preparación arduo, pero hermoso», comenta Vinko Tomicic, director del filme.

«La película fue la más vista en los últimos años allá en Bolivia; fue un fenómeno maravilloso», añade.

Al preguntárseles por la oportunidad de estar presentes en el festival, todos manifestaron que se trata de un evento necesario para el cine de la región, pues, mayoritariamente, las coproducciones de los cineastas latinoamericanos suelen realizarse en Europa, lo que ha provocado una especie de exportación de las obras que se realizan en el continente.

«Es súper importante –consideró Álvarez– que sigamos teniendo este tipo de plataformas, que sigan existiendo, porque es la manera en la que podemos mantener nuestro trabajo vivo y hacer que crezcan los lazos que nos unen como países hermanos. El cine es una herramienta clave para la empatía y el entendimiento». (Autora )

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