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Illustration: Alfredo Martirena Hernández

Tremenda machucadera

Guapeando arribamos a la segunda mitad del año 2024, etapa signada por múltiples distorsiones que no le son ajenas al movimiento sindical cubano.

Los afiliados tenemos inquietudes comunes que conforman un inventario de problemas, analizados en el actual proceso orgánico al 22 Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).

Figuran en la relación de obstáculos las restricciones de combustibles, lubricantes y energía eléctrica, los altos precios de los principales insumos y la baja ejecución de los presupuestos para la adquisición de ropa, calzado y medios de protección personal.

Complementan la relación las insatisfacciones con el sa­lario, el incumplimiento de la fecha del pago, el desaprovechamiento de la remuneración por alto desempeño, así como las trabas en la distribución de utilidades, cuestiones en las que no siempre el que más aporta es el que más recibe, según los debates en las Conferencias Muni­cipales de la CTC que también están en Modo Verano.

Otro tema neurálgico —que no ha alcanzado en los análisis el mismo calor, aunque sí está en los informes—, es la negociación colectiva, porque forma parte del ejercicio de representación del Sindicato.

Calificadas de tendencias negativas aparecen las respues­tas a las quejas y reclamaciones de los trabajadores, cuyos textos reflejan más de lo mismo: aplicación de medidas disciplinarias excesivas sin los fundamentos legales que las sustenten ante el Órgano de Justicia Laboral (OJL) y el Tribunal Municipal Popular, muchas veces sin la presencia de la dirección sindical.

Un caso de ese tipo trasciende en el municipio avileño de Morón. Una agente de seguridad y protección fue severamente sancionada con la penalización del salario, la anulación del pago por resultados, el traslado hacia un centro fuera de su localidad de residencia; el OJL falló a favor de la administración, el Tribunal dictaminó aplicarle solo una amonestación pública ante el colectivo laboral y la reparación de daños y perjuicios, mientras que la dirección administrativa continúa reacia ante la ley y la sancionada sigue como pelota de pingpong, asunto para otra reflexión.

Todo lo anterior se puede resumir en una frase: tremenda machucadera. Le toca a la organización sindical determinar su responsabilidad dentro de los problemas que nos agobian y actuar en consecuencia. Lo que no puede suceder es que no pase nada.

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