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Sergio Corrieri. Foto PL

Sergio Corrieri labró su paso a la posteridad en escenarios de Cuba

Versatilidad y talento distinguen la trayectoria del actor Sergio Corrieri, protagonista de una historia de vida ambientada en múltiples escenarios, en los cuales acaparó reflectores y labró su paso a la posteridad.

Teatro, cine y televisión sirvieron de vitrina para el destacado intérprete, quien se abrió paso en las artes escénicas con solo 16 años y compartió labores con grandes figuras de las tablas como Raquel y Vicente Revuelta.

Corrieri, quien cumpliría este día 85 años (falleció el 29 de febrero de 2008), tenía la gracia y la garantía de ser un actor de excelencia, apuntó la periodista Magda Resik, admiradora de su forma de crear para la gente, con las historias de la Revolución.

Merecedor del Premio Nacional de Teatro en 2006, el artista registró en su hoja de vida actuaciones en diferentes agrupaciones, para luego fundar el Grupo Teatro Estudio y más tarde el conjunto Teatro Escambray, cuyas cruzadas culturales refrendaron su compromiso con llevar el arte a las comunidades.

Este proyecto nació de la inquietud del también director teatral de reflejar un «mundo en transformación, en movimiento, con personajes tremendamente engrandecidos por el intenso dramatismo de una Revolución» y hacer «el teatro que yo creía que necesitábamos», según confesó en sus escritos.

A la par de su desempeño en el arte de las tablas, Corrieri acaparó las luces y cámaras de la cinematografía cubana en entregas como El hombre de Maisinicú, Mella, Mina, viento de libertad, Como la vida misma, Baraguá, Papeles son Papeles, Desarraigo y Río Negro.

En cada escenario exhibió maestría al asumir roles de corte histórico y social, considerados símbolos del pueblo y el pasado de luchas y conquistas de la isla, como el memorable David de la serie En silencio ha tenido que ser.

Su trascendencia en el arte interpretativo quedó inmortalizada también en películas que se convirtieron en referente para más de una generación, como aquel Sergio del clásico Memorias del Subdesarrollo, dirigido por Tomás Gutiérrez Alea.

Asimismo, se desdobló con maestría en otras expresiones estéticas como la literatura, donde rubricó su firma en los poemarios Los Noventa, Asuntos propios, Del mar y los peces, así como el libro de cuentos También lo imaginado.

Igualmente, asumió roles ajenos a su profesión como la Vicepresidencia del Instituto Cubano de Radio y Televisión, el liderazgo del Departamento de Cultura del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y la Presidencia del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos.

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