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Monzón cumple 103 años y va por más

Un inusual cumpleaños se celebró ayer en Morón y lo que lo hizo especial la festividad es que el homenajeado cumplió 103 años llenos de vitalidad.

El agasajado camina muy erguido, con paso firme y rápido, lo cual le permite a Osvaldo Monzón Águila disimular sus 103 años de edad.

Y no sólo por eso. También tiene una mente muy lúcida, un comportamiento tan correcto, que junto a una notable actividad física, niegan su condición de centenario.

Ha vivido siempre en la provincia de Ciego de Ávila, de padres y abuelos cubanos, gente de campo que lo crió como hombre de bien y siempre útil a la sociedad y a su familia.

Nació en la localidad de Gaspar, el 28 de febrero de 1920. En 1965 se mudó para la ciudad de Morón, provincia de Ciego de Ávila, ya casado y con cuatro hijos (dos hembras): allí trabajó mucho de carpintero, de jefe de brigada de la construcción y en otras labores.

“Yo dirigí a los trabajadores que hicieron la ampliación del Hogar de Ancianos de Morón, entre otras muchas obras, pero esa la recuerdo con especial orgullo”, cuenta el centenario avileño.

—¿Cómo son sus hábitos de vida que le han permitido esta longevidad?

“Lo principal es siempre estar activo. De joven fumé un poco, pero pronto dejé ese dañino vicio y ahora no permito que nadie fume dentro de mi casa. Tampoco he sido adicto a las bebidas alcohólicas…, el ron no lo tomo nunca. No como embutidos, son malos porque a eso le echan cualquier cosa. Ah, pero si siempre he consumido grasa animal, manteca y carne de cerdo que me encantan, aunque ahora mi médico me la restringió”.

Dice que no le gusta ver televisión, pero si escucha la radio: “Oigo mucho los programas de Radio Surco, tanto los noticieros como los musicales y las transmisiones de los juegos de béisbol”.

A él le apasiona el béisbol y admira los peloteros de Morón, a los cuales conoce personalmente.

— ¿Cuál es su equipo preferido?

“Los Tigres, claro, que han ganado tres campeonatos y tienen varios moronenses entre sus principales figuras”, dice con orgullo.

A Monzón la vida le ha dado golpes. Perdió a su esposa hace año y también a uno de sus cuatro hijos; a ese dolor se ha sobrepuesto por la fuerza de su personalidad.

Enfermedades ha tenido pocas, pero un día comenzó a sentir cansancio y malestar. Ya no era el mismo. Un chequeo médico determinó un trastorno de la conducción eléctrica de su corazón, un bloqueo de tercer grado y se le implantó un marcapaso que le devolvió su vitalidad.

Monzón tiene un estado físico increíble, con mucha fuerza para vivir, no padece de ninguna otra enfermedad crónica ni asociada con su edad.

Puede ller sin necesidad de espejuelos

Él lee documentos sin tener que usar espejuelos. Es una persona alegre, optimista que no siente miedo cuando ha tenido ingresos hospitalarios en la sala de Cardiología, ni cuando ha sido llevado al quirófano para la implantación del marcapaso. No se deprime, se recupera muy rápido y es admirable.

Con este joven anciano se pueden sostener conversaciones de varios temas. Habla bajo, pausado, con educación y tiene una admirable agilidad mental para sacar cuentas sin necesidad de papel y lápiz.

“Yo quiero vivir mucho tiempo, pero con capacidad. No resisto el reposo ni depender de otras personas para mis necesidades personales”, dice con firmeza.

Todavía es el eje de la familia, quien aconseja, orienta y decide. Su autoridad se respeta porque la respalda la sabiduría de su longevidad.

Monzón no siente la carga de los 103 años vividos, porque para él han sido el tránsito por un tiempo en el cual creó una familia, un hogar y un ejemplo de vida.

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