El equipo sub-15 dirigido por Alexander Urquiola cayó con las botas puestas ante Estados Unidos en el partido decisivo
Un partido final cerrado de principio a fin despidió acá la V Copa Mundial Sub-15 de Béisbol, ganado por Estados Unidos a Cuba con pizarra de 4×3 en el majestuoso Estadio Sonora.
Después del nocaut de 11×1 aplicado por los norteños a los caribeños el sábado, en el cierre de la súper ronda, muchos vaticinaron acá que la disputa del oro sería muy diferente. Y así ocurrió…
La dirección cubana, encabezada sabiamente por el pinareño Alexander Urquiola, apostó por su mejor pitcheo en tramos de hasta tres entradas, para evitar que los norteamericanos hicieran los ajustes necesarios bate en mano y cayeran con su indudable poderío ofensivo sobre nuestros serpentineros.
En la otra dirección, desde el cajón de bateo, la estrategia fue aprovechar el descontrol de sus veloces lanzadores para llegar a las bases y tratar de conectar batazos oportunos con hombres en circulación.
Más allá de eso, había que encomendarse a que la defensa funcionara y la valentía de nuestros muchachos amedrentara a los estadounidenses, autores de repetidas pifias en el campo a lo largo del evento.
Tras el play ball inicial vivimos un partido disputadísimo que acabó por la mínima en el marcador, como mínimos terminaron siendo los detalles que impidieron llevar el hermoso trofeo del evento hacia la patria.
Un error defensivo, bases por bolas innecesarias, un lanzamiento demasiado noble que acabó en la terraza superior del left field; un hombre sorprendido en la inicial, un batazo mal fildeado y swines demasiado pronunciados cuando urgía hacer contacto con la esférica…
Esas y otras situaciones propias del juego impidieron cargar con las medallas de oro, merecidas a la postre por un equipo estadounidense de formidable e inigualable condición física, con lanzadores que llegaron hasta las 90 millas por hora y bateadores capaces de pegar jonrones con apreciable facilidad.
Sin embargo, este domingo pasaron trabajo ante los rompimientos de nuestros lanzadores, pero sobre todo frente a la gallardía de jugadores decididos a protagonizar un alegrón gigante para nuestro pueblo, y que ante el tremendo segundo lugar alcanzado volvieron a dejar lágrimas de pundonor en el terreno.
Ellos saben bien, por nuestra rica historia beisbolera, que por más elogios que reciban ahora y en los próximos días ganar sigue siendo la única opción para el béisbol cubano. Y está bien que lo sientan así.
Robier Hernández, Danel Reyes y Mailon Batista dejaron a sus rivales en cuatro carreras marcadas a cuentagotas, la menor cantidad hecha por ellos en un partido durante esta lid. Y Alejandro Cruz y Yaidel Ruiz se encargaron de empujar las tres carreras del equipo en un tercer episodio vibrante e inolvidable.
Lo vivido en la séptima entrada, esa situación de bases llenas que no encontró impulsador para empatar y hasta ganar, confirmó más que todo la voluntad de lucha del equipo y las reales posibilidades que tuvo para imponerse.
Junto a las medallas de plata queda entonces la convicción de confianza en el futuro, tanto en los atletas como en los entrenadores. Y junto a las deudas técnico-tácticas por resolver, existen muchas virtudes humanas y deportivas que alabar.
Ya comienza una nueva etapa para esta generación de peloteros, otra que va dejando huellas en la rica historia de nuestro deporte nacional.
Esa postal del podio, junto a estadounidenses y taiwaneses (bronce), ratifica que la senda del triunfo no se ha cerrado para Cuba por más complejas que sean nuestras actuales realidades.
Este equipo no se preparó ajeno a las carencias y tensiones que gravitan sobre la nación cubana ahora mismo. En realidad, se levantó sobre esas para regalar sorbos de alegría y orgullo patrio a quienes siguen soñando y resistiendo en el Verde Caimán.
Esa es otra gran lección brindada por estos muchachos… ¿De qué sirve rendirse?
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