Tengo entendido que nadie en la comarca colaba el café como la vieja Juana ni siquiera la abuela María, que es ya mucho decir. Así mismo; la zambumbia que hacía la perseguían. todos los vejigos del batey.
Quizás la diferencia entre uno y otro consistía en que la abuela hervía el polvo en un jarro y luego de la cocción vertía el contenido en el colador; en tanto la vieja hervía el agua aparre para mezclarla con el polvo. Ambas sacaban el fuerte en la primera colada, otra más clara en la segunda y una tercera con la zambumbia.
Mienteas los adultos charlaban y bebían si taza de café en el colgadizo adjunto a la cocina; la chiquillería rodeaba a la vieja Juana en torno al fogón, cada uno con su jarrito para que ella nos lo llenara con la dulzona bebida. Ella reía y jaraneaba con nosotros, al tiempo que colmaba generosamente las vasijas.
A veces aparecía una telera de pan que ella repartía. Nada era más agradable para nosotros que sentarnos a disfrutar del mejunje en un taburete; en una pila de leña o simplemente en el quicio de la puerta.
El primo Estebita el Gordo, goloso por naturaleza, un día se dejó llevar por la vena del gusto y de un tirón se bebió una cafetera entera de zambumbia, ante el azoro de quienes estábamos presentes. Tal ingestión le provocó luna fenomenal maletía de barriga de la que tardó en recuperarse.