El ocho de mayo de 1945 se puso fin, con la derrota de la Alemania nazi, a la Segunda Guerra Mundial en el escenario europeo. A las nueve y cincuenta de la noche de ese día los sargentos soviéticos Mijail Yegòrov y Meliton Kantaria plantaron la bandera roja en la cumbre del Reichstag,
en Berlín.
Aquella guerra, que llevó al mundo a conocer un tipo de horrores que no habían sido vistos nunca, como los campos de exterminio y los bombardeos masivos a ciudades, fue, sobre todo, un conflicto ideológico entre el fascismo, por un lado, y la democracia y el socialismo, por el otro.
El principal mérito de la victoria sobre la Alemania nazi recae en la antigua Unión Soviética, que destruyó al ochenta porciento del Ejército alemán en batallas épicas como las de Moscú, Stalingrado, Brest, Kursk, Bielorrusia o Berlín, aunque al precio de más de veinte millones de muertos, incluyendo a millones de civiles.
La derrota alemana y la victoria soviética y de la América de Roosevelt, dos fuerzas que se mostraban contrarias a la permanencia del colonialismo europeo en el Tercer Mundo, abrió la puerta a la descolonización e independencia de las naciones de Asia y África, que comenzaron a afianzarse como una nueva fuerza a tener en cuenta en el mundo.
La aparición de la India independiente, de la República Popular China, del Egipto de Nasser y otros nuevos estados transformó el mundo para siempre. El triunfo de la evolución Cubana, la derrota de Estados Unidos en Vietnam, el fin del régimen del apartheid en Sudáfrica y la victoria de la Revolución iraní fueron otros eslabones fundamentales en este mismo camino.
“¡El ejemplo de la Unión Soviética, y la epopeya de su Gran Guerra Patria, demuestran, en primerísimo lugar, la superioridad del sistema socialista, la fortaleza del sistema socialista y la fuerza de las ideas marxistas-leninistas!”, señaló nuestro Comandante en Jefe en ocasión del sesenta aniversario de la victoria sobre el Fascismo.
Aunque dominado, el Fascismo no ha desaparecido. Por estos tiempos, algunas fuerzas de extrema derecha en Europa y América pugnan por aumentar su fuerza política y electoral utilizando como arma el racismo y la xenofobia, y muy en particular su odio al Islam.
Hoy, en el aniversario setenta y ocho de la victoria de las huestes rusas contra el totalitarismo alemán, rendimos tributo a los caídos en combate y consideramos que dicha celebración perderá su utilidad si no extraemos las oportunas conclusiones de este evento y las convertimos en parte de la actuación y compromiso diarios con nosotros mismos y el resto de la humanidad.
Estar alertas y preparados es nuestra mejor respuesta a los enemigos que sueñan con volver al pasado.