Una brisa melancólica traía en sus acordes a una criatura de heroicas hazañas. Quizás el nacimiento marcó su ímpetu guerrero y rebelde. La historia encontró en Juan Almeida Bosque, al testigo de sus mejores pasajes y al más devoto guardián de sus memorias. Cada obelisco, cada pedestal de héroe supo de sus cuidados como la  persona de detalle que era.

Las invictas montañas que lo vieron erguirse Comandante, guerrillero del coraje y de justicia, atesoran la poesía de sus pasos y el cariño que sembró con el fusil al hombro. Quienes tuvieron el privilegio de conocerlo, no olvidan su estilo de dirección basado en el ejemplo, el rigor y el contacto directo con la gente.

Como un río cristalino creció el artista en su alma y con el corazón en la mano supo hacer poesía con la imaginación, y viajar cuando los avatares de la vida y la lucha, lo acompañaban de prisa por los años. Sus manos de artistas tocaron muchos sueños. Dicen que sobre las olas del Mar Caribe, una canción fue luz en noche cerrada; que un nombre de emperatriz despidió a los que serían libres o mártires, que un tema de amor puede ser la semilla de una separación.

Quien haya compartido ese himno al sentimiento más universal que es La Lupe, lanzado un piropo a una mujer que quiere que la miren o leído alguno de sus libros, sabrá de su especial sensibilidad humana y que, en él, latía un corazón que nunca dejó de soñar con la belleza. Como un rio cristalino creció el artista en su alma y con el corazón en la mano supo hacer poesía con la imaginación, y viajar cuando los avatares de la vida y la lucha, lo acompañaban de prisa por los años.

Por eso en el aniversario de su natalicio, Juan Almeida Bosque nos convoca a reafirmar más que nunca que ¡Aquí no se rinde nadie!, o quizás a enfrentar el mañana, desde aquel pensamiento de Maceo que tuvo entre sus máximas: "Quiero llevar con orgullo el título de buen ciudadano, que da brillo y grandeza cuando se obtiene sin mancha.