Los cubanos elegirán a los 470 miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento), quienes tendrán sobre sus hombros no solo la responsabilidad de legislar, sino también la de seleccionar al presidente y vicepresidente de la República, entre otras facultades, de ahí la importancia de estos comicios.
Sin embargo, para nadie es un secreto que fenómenos como la inflación, el desabastecimiento, las dificultades del sistema electroenergético nacional y las carencias económicas marcan la realidad de los cubanos de un modo negativo, que pudiera tener repercusiones en la asistencia a los colegios electorales.
Lo reconoció el propio presidente Miguel Díaz-Canel, cuando en septiembre del pasado año el país decidió avanzar con un referendo popular para aprobar el nuevo Código de las Familias, aunque los cortes de electricidad afectaban a la población y paralizaban las industrias, mientras no cesaban las campañas externas convocando a sabotear el proceso.
En aquel momento afirmó que seguir con los comicios era una muestra del valor y la transparencia de la Revolución, y el resultado mostró una ciudadanía que acudió en más del 74 por ciento a las urnas y finalmente se pronunció por el Sí en un 66,85 por ciento.
El contexto de entonces es muy parecido al actual, también marcado por la crisis derivada del impacto de la Covid-19 y el bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, con más de seis décadas de aplicación y afectaciones en todas las esferas de la vida del país.
De eso justamente va esa política, como dejara claro en abril de 1960 el vicesecretario de Estado Lester Mallory, cuando expresó en un memorando la intención de utilizar la asfixia económica como un mecanismo de presión para provocar malestar en la población y subvertir la Revolución.
Es en ese escenario que ocurrirán las elecciones nacionales, a las que el mandatario calificó recientemente no solo como un hecho de valentía, sino además de democracia, porque esta incluye no violar los calendarios establecidos por la Constitución, independientemente de las situaciones por las que atravesara la isla.
Curioso que un país al que constantemente acusan de no tener democracia se someta a un ejercicio electoral en circunstancias adversas, arriesgándose a la abstención y el voto de castigo, por los que apuestan y financian sus adversarios.
El reto de hacer avanzar su economía, a pesar de los frenos externos, es uno de los puntos clave para la nación caribeña y su proyecto social, así como hallar el camino hacia la prosperidad, dignificar el valor del trabajo, el papel del salario y que las personas encuentren su realización dentro de las fronteras nacionales.
Son objetivos que, más allá de figurar en la visión de país rumbo a 2030, precisan concretarse en hechos, por lo que representan para un proceso empeñado en ofrecer a sus ciudadanos una mayor justicia social.
Es por ello que tanto la economía, como la atención a las personas y comunidades en situación de vulnerabilidad constituyen líneas principales de actuación del Gobierno, que lejos de sentarse a contemplar el panorama ha salido a buscar soluciones en acuerdos internacionales, la producción, y la ciencia e innovación.
Lo es también la lucha contra la colonización cultural, un fenómeno esencialmente político, porque va de convertir los ideales y preceptos capitalistas en la vara para medir todas las cosas, la verdad absoluta que no deja posibilidades a otras maneras de hacer o pensar.
“La democracia socialista cubana tiene ante sí las huellas de la colonización cultural que impuso el ideal liberal burgués”, dijo al respecto la profesora de la Universidad de Granma Yuleidis González, en un debate sobre el tema.
Ese es un desafío esencial que precisa de un cambio de espíritu, una nueva relación con el poder, y lograr que las personas sientan que tienen una influencia real en la toma de decisiones, añadió.
Se trata, como dijera Díaz-Canel en sus recorridos como candidato, de perfeccionar la democracia socialista dentro del concepto del Poder Popular, desterrando la burocracia de los mecanismos para la participación de la ciudadanía y mediante los cuales se toman decisiones a partir de sus propuestas, críticas y debates.
El reto, más allá de las urnas, está en educar para participar, para transformar, y en ello puede ser clave un Parlamento donde sus miembros vienen de todos los sectores de la sociedad, sin importar su formación o sus recursos.