A las 5:15 de la madrugada del 28 de mayo de 1957 un disparo a la caseta protectora del equipo de radio del cuartel del poblado serrano de El uvero marcó el inicio del primer gran combate del Ejército Rebelde, victorioso por demás, que marcaría según el Che Guevara, uno de sus destacados protagonistas, la mayoría de edad de la fuerza revolucionaria nacida a principios de diciembre del año anterior.
Fue el propio Fidel Castro, jefe de la insurrección armada en combate desde intrincados enclaves de la Sierra Maestra, al sur del oriente cubano, quien dio la inequívoca señal del comienzo, con su certera puntería.
La batalla, muy desigual, duró unas tres horas y demandó esfuerzos increíbles de los soldados rebeldes, mal armados y de poca experiencia militar, pero imbuidos por la valentía y la fe en la victoria. Ello los llevó al triunfo y a dar un salto cualitativo y moral muy grande cuando todavía quizás no se esperaba, de acuerdo con condiciones muy puntuales y objetivas.
A pesar de que días antes la guarnición de El Uvero había recibido refuerzos en armamentos y en hombres, que sumaban 60 soldados, la victoria rebelde fue arrasadora. Su fuerza se multiplicó en una batalla difícil, cruenta y dura desde su arrancada.
En 1965, en el discurso conmemorativo de la acción devenida en símbolo, Fidel Castro expuso que ese combate reveló además el valor de la confianza en la lucha y en la posibilidad cierta y real de la victoria, cuando se perdía el miedo al enemigo y se avanzaba.
El Líder precisó que en principio fue un enfrentamiento decidido como un acto solidario, al enterarse de que un destacamento de cubanos, no pertenecientes al 26 de Julio, vendría a Cuba a combatir por la libertad.
Se trataba de la llamada expedición del yate Corynthia , formada por 27 jóvenes encabezados por Calixto Sánchez White, quienes arribaron a costas cubanas provenientes de Estados Unidos con el fin de internarse y luchar por la libertad desde la Sierra Cristal, al norte de Oriente. Nada pudo impedir que fueran perseguidos y exterminados despiadadamente por el ejército de la dictadura.
Fidel Castro había imaginado la saña y la ferocidad con que serían perseguidos -lo que en efecto ocurrió- e intentó desviar la atención de los batistianos con la apertura del foco de la batalla de El Uvero.
Fue un combate cumplido a pesar de que una vez en el terreno los revolucionarios y su jefe se dieron cuenta de lo insuficiente de la información recibida, el cuartel no se visibilizaba fácilmente, había viviendas de vecinos cercanas y estaban obligados a hacerlo de manera frontal, casi al rayar el día. Ya no podía haber marcha atrás cuando fueron sopesados los pro y los contra, y había que combatir de todas todas.
La fuerza rebelde se nucleaba con unos 100 soldados decididos a batirse pero en fase de formación en cuanto a las pericias militares. No contaban con armas automáticas, como el bien equipado ejército, ni granadas. Tampoco se apoyaban mediante comunicaciones radiales o de otro tipo que no fueran los mensajeros personales.
Generalmente llevaban a cabo emboscadas en los caminos y vías de acceso, teniendo en cuenta el factor sorpresa y el dominio del terreno, acciones que facilitaban hacer bajas sin apenas pérdidas. Debía pasar aproximadamente un año para que alcanzaran competencia en la estrategia de cercar unidades y realizar operaciones de aniquilamiento, como cumplieron en el excepcional primer gran combate de El Uvero.
Con la contundente victoria el Ejército Rebelde pudo aprovisionarse de pertrechos de guerra de importancia como fusiles Garands y ametralladoras que sustituyeron a algunas viejas escopeticas de caza.
Durante el fiero enfrentamiento tanto Ernesto Che Guevara como Juan Almeida y Guillermo García se destacaron al frente de sus hombres. Los dos primeros abriéndose paso para acceder a la guarnición tan bien defendida por los guardias, y el último operando su ametralladora, que se encasquillaba.
Raúl Castro sobresalió en su avance al frente del pelotón que asediaba uno de los fortines del cuartel.
Al final, casi la tercera parte de los participantes resultaron muertos o heridos. Las bajas rebeldes se han computado en siete combatientes muertos, entre los que estuvieron Julito Díaz y Emiliano Díaz (Nano).
El ejército batistiano perdió 11 hombres y reportó 19 heridos.
Para algunos analistas con un resultado adelantado a su hora, el combate de El Uvero fue realmente trascendente y marcador de una inflexión y un avance grande, sin parar, para suerte de los cubanos.