Los primeros días de septiembre del año 2016 marcaron uno de los ciclos más importantes en la vida de la mayor de mis hijas. Quizás si hubiese pensado en lo rápido que pasan los años, aquel día, cuando aquellos pequeños tímidos les dieron la bienvenida en la escuela Aguedo Morales Reina, del reparto Ortiz, y ahora son los mejores amigos.
Y es que la enseñanza primaria y sus maestros, quedan por siempre impregnados en la vida de nuestros hijos, porque la escuela, más que escuela, es casa y los maestros se convierten en familia, muchas veces en segundos padres.
A la mente me vienen nombres como el de la maestra Irma, Estrella, la China, Yosdali, Damaris y nuestro querido maestro de 6to B, Yunier, al que prefiero nombrar por su apodo Pachiro, como todos cariñosamente llamamos. Él y ellos, representan a todos esos maestros magníficos, que han formado para la vida a nuestros hijos.
Que decir de los compañeros de aula, con los que se crea un vínculo de afecto tan hermoso, que nunca más los nombres abandonaran sus recuerdos, aunque los años se encarguen de transformar los rostros. Meriendas compartidas, secretos, confesiones y también alguna discusión, porque son niños, que han compartido vida, compartido sueños y también diferentes formas de pensar.
Hoy en este teatro las imágenes se reproducen lentamente en mi cabeza y casi no lo creo. Haberlos visto crecer, verlos como adolescentes hoy, que han vencido juntos este ciclo, graduándose de esta etapa en sus vidas, sin dudas la más importante de todas, me llena de orgullo,por mi niña, por todos ellos, a los que quiero por igual, porque se han dejado querer… y ella, mi jovencita hermosa, los adora y sueña con que la mayoría sigan juntos el próximo reto.
Si no fuera así, lista está la blusa blanca y el plumón para dejar huellas de los trazos de cada uno, que un día de septiembre, hace algunos años, comenzaron esta historia, que tiene hoy, el final más feliz de todos. (Brizaida de la Nuez)