En Antonio Maceo y Ernesto Che Guevara coincidieron muchas cualidades, más allá de convergencia en el día y mes de nacimiento, el 14 de junio, y las diferencias de épocas en que vivieron.
Así lo evidencian el patriotismo, el anticolonialismo e internacionalismo, las estrategias de la guerra irregular, el humanismo y el amor entregado a las familias.
El que luego sería llamado Titán de Bronce (1845-1896), puso siempre por delante su deber hacia la independencia de la isla; desde temprano acudió al reclamo de la madre, la Mariana de Cuba y Madre de la Patria, cuando convocó a su esposo y la totalidad de hijos exigiéndoles: “juremos libertar a la patria o morir por ella”.
Era el 12 de octubre de 1868, dos días después del comienzo de la guerra por la independencia de Cuba.
Su mayor acto visionario como líder político y militar fue la Protesta de Baraguá contra la impuesta Paz del Zanjón en 1878, con lo que sentó pauta sobre el honor y la heroica resistencia de su pueblo ante el colonialismo español.
Años después el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, inmortalizó el símbolo de esa conducta al manifestar: “Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo […]. Firme es su pensamiento y armonioso».
La brillante ejecutoria de Maceo le permitió alcanzar en septiembre de 1895 el alto grado de lugarteniente general, segundo jefe militar de mayor jerarquía, después del general en jefe Máximo Gómez Báez.
Cayó en combate el 7 de diciembre de 1896 en San Pedro, provincia de La Habana. Sus restos descansan en el monumento de El Cacahual.
PATRIOTISMO E INTERNACIONALISMO
Ernesto Che Guevara (1928-1967), casi un siglo más tarde, hizo gala temprana de su patriotismo e internacionalismo desde que se aprestó a combatir junto al pueblo guatemalteco en 1954, contra las hordas invasoras enviadas a arremeter sobre la Guatemala rebelde de Jacobo Árbenz.
Luego, enrolándose en México con el movimiento revolucionario que Fidel Castro gestaba para liberar a Cuba, primera etapa de un sueño con vuelos latinoamericanistas que culminó en Ñacahuasu, Bolivia.
Maceo en 1884, enterado que algunos terratenientes lanzaron otra campaña a favor de la anexión de Cuba a Estados Unidos, escribió: «Cuba será libre cuando la espada redentora arroje al mar (a) sus contrarios […]. Pero quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha. […]. Con ella pereceremos antes que ser dominados nuevamente; queremos independencia y libertad».
El internacionalismo del Titán se manifestó desde el 6 de junio de 1884, haciendo partícipe su intención de que «cuando Cuba sea independiente, solicitaré al Gobierno que se constituya permiso para hacer la libertad de Puerto Rico, pues no me gustaría entregar la espada dejando esclava esa porción de América».
La guerra irregular hizo que Maceo y Che coincidieran como protagonistas principales de la estrategia de sus respectivos jefes, Máximo Gómez y Fidel Castro, con la astucia de la invasión de Oriente a Occidente. El 22 de enero de 1896 las tropas del Titán llegaron a Mantua, Pinar del Río, en el occidente cubano, punto culminante de la invasión tras un periplo de tres meses exactamente desde la salida de Mangos de Baraguá, en el oriente de la isla.
Che Guevara, quien realizaría parecida travesía 62 años más tarde, durante la ofensiva final contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958), expresaría así su admiración hacia Maceo:
«Para hacer esto […] se necesitaba un inmenso poder de organización, una inmensa fe en la victoria y en la capacidad de lucha de sus hombres, y un poder de mando extraordinario para ejercerlo día a día, durante años de lucha, en condiciones extremadamente difíciles”.
Sus virtudes y el humanismo sin límites para con las respectivas familias y amigos de lucha se pusieron de manifiesto en variadas ocasiones. En el Titán, cuando dijo: «Tres veces en mi angustiada vida de revolucionario cubano he sufrido las más fuertes y tempestuosas emociones de dolor y tristeza: [la pérdida de] mi padre, el Pacto de Zanjón, [y la pérdida de] mi madre”.
El guerrillero argentino-cubano así lo definió en la carta despedida a sus padres, en 1965: ¨Muchos me dirán aventurero, y lo soy, solo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades”.
Maceo por su parte acostumbraba señalar: «El triunfo de nuestra causa lo siento en mi propio ser, inveterado en la sangre; si desconfiara, moriría en el acto mismo que abrigara esas dudas».
«Yo me siento cada vez más animado y dispuesto a resistir contra la naturaleza y los hombres que se opongan a la realización de nuestros fines políticos. Venceré”.
Hombres de acción, convicciones y sólida ideología, se unieron además en las valoraciones que de ellos dieran. Dijo Gómez a la esposa del Titán, María Cabrales: «Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde usted al dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y al más bravo de mis amigos y pierde en fin el ejército libertador a la figura más excelsa de la Revolución».
También Fidel así lo resumió: “Si quisiéramos saber cómo queremos sean nuestros hijos, de corazón diríamos que fueran como el Che”, expresión que más tarde se extrapoló en el juramento diario de los pioneros.