Llegar hasta la casa de cultura Haydée Santamaría Cuadrado, de la ciudad de Morón, es ir al encuentro con Yamila Tomasa Ferrá Gómez, destacada pedagoga y escritora.
Conversar con ella resulta siempre fascinante, y es que su amplio dominio de la historia y de la literatura, hace que Yamila desprenda, en su forma de dialogar, un magnetismo difícil de describir; del cual pocos pueden escapar. Con ella no hay tema que resulte aburrido o lejano, siempre encuentra una forma novedosa para explicar los asuntos más complejos de esta sociedad.
Natural de Sierra de Cubitas, en la provincia de Camagüey, Tomasa se siente moronera por convicción, de allí su amor a esta urbe que la ha visto crecer como profesional.
«Llegué a esta tierra en el año 1996. Aquí he desarrollado la mayor parte de mi labor en el magisterio. El Instituto preuniversitario en el campo Eulogio Fernández fue la primera institución educativa donde trabajé en Morón, luego transité por otros centros, hasta llegar a la sede universitaria municipal Benito Llanes Recino, y a esta casa de la cultura, donde me desempeño como asesora literaria».
— ¿Cómo surge la vocación por el magisterio?
— Comenzó cuando estaba en 11no. grado. Donde estudiaba realizaron captaciones para el destacamento Pedagógico, y aunque en mi familia no había tradición en el magisterio, me presenté y aprobé el examen.
“Ya en 12mo. grado me incliné por el estudio de la Historia y el Marxismo. Me gradúo como licenciada en el 1990, por lo que, este año, cumplo 35 años como pedagoga, que es la esencia de mi vida. Enseñar a otras personas es lo más hermoso que puede hacer un ser humano, transmitir lo que sabes, preparar a indagar en un determinado tema, que el estudiante forme su propio criterio y que le vea aplicación práctica. No hay satisfacción más grade…sin dudas, siempre sería maestra”.
— ¿Cuándo ocurre la aproximación a la literatura?
— Sucedió cuando yo era muy pequeña, tenía aproximadamente 12 años cuando hice mi primer poema, desde entonces no pude dejar de escribir. Era mi padre quien primero leía mis trabajos y me daba las sugerencias oportunas. El amor por la literatura se lo debo a él. Me enseñó a leer, y pude descubrir verdaderos clásicos.
— Las Palabras Son Naufragio, es tu primer libro publicado.
— Luego de enviar durante mucho tiempo poemarios a las casas editoras y de ser rechazados, un amigo me da la noticia de que Ediciones Ávila, había aceptado este ejemplar, y realmente fue inmensa la satisfacción. El libro trata sobre esa desnudez del alma que es inevitable en este viaje por la vida.
A la pregunta ¿Cuál es tu mejor poema? Me respondió en verso.
«Quiero escribirte y me sale Neruda, la Tula, Benedetti, Cernuda o la Mistral, o tal vez, esa espuma del que habló el poeta. En los umbrales del siglo XXI, todo está dicho ya, o casi todo».
Hace una pausa como quien quiere de un solo suspiro tragarse todas las emociones, y dice:
«Este poema se titula Carta de Amor, era el preferido de papá; él lo enviaba a los certámenes literarios, incluso sin yo saberlo. Siempre que lo declamo afloran muchos sentimientos. Mi obra lleva una carga de mi esencia, de quien soy como persona…como mujer».
Cuando daba por terminada la conversación, Yamila saca de un bolso su móvil, y con voz pausada lee uno de sus poemas; de fondo se escucha caprichosamente un piano que es tocado en una de las aulas de ensayo de la institución cultural.
«Cuerpo dormido sobre la sangre
dueña del dolor
amante de los recodos que llevan al llanto
mi nombre es Frida […]
tengo los huesos rotos
algunos cocidos con rocío
tengo la memoria del grito
son cintas en el pelo que trenzo
con las manos de mujeres
que me llaman Frida […]
quiebro mi aullido en la noche
las mujeres se van en estampida.
Mi nombre es Frida».