Mujer: no hay espinas en el gigantesco tallo de tu fortaleza ante la vida, ni siquiera cuando terribles huracanes arremeten contra la ternura y la pasión que guardas en el corazón.
Cual junco ligero puedes ceder humildemente para ganar una batalla, sin perder la integridad de tus principios en el duro bregar por la subsistencia cotidiana.
Sabes de inteligencia y firmeza infinita en las distintas esferas que protagonizas, marcadas de audacia y temple, e impregnas con tu perfume y tu caricia, cada obra bella.
Eres la artista perfecta de la creación humana, esa que llevas de la mano hasta el final de tus días. Devienes vigilante insomne de tus retoños, aun cuando peinan canas y se alimentan de sus propias savias.
No importan tu raza, ni tus años, tampoco si vives en el campo, la ciudad o en una montaña. Basta decir mujer para que tu sonrisa ilumine el renacer de cada nuevo día y se convierta perenne, cual suave velo de tibios besos, en amor y fuego.