Corrían los primeros meses de 1958. La Dirección del Movimiento veintiséis de julio en el llano, estimó que, para derrocar el régimen de Fulgencio Batista, estaban dadas las condiciones para desatar una huelga general revolucionaria en todo el país.
No obstante, la jefatura del Ejército Rebelde se oponía a las aventuras precipitadas en las ciudades, sin el apoyo armado necesario.
Independientemente de su criterio, en aras de la unidad de acción contra la tiranía, Fidel Castro lanzó un manifiesto al pueblo para convocarlo a la lucha y cursó órdenes a los comandantes y jefes de frentes para que desplegaran actos de apoyo.
El nueve de abril de 1958, en diversos puntos del país, estalló la huelga revolucionaria, con el objetivo de paralizar a la nación y lograr, con el empuje de las masas, derrotar el oprobioso gobierno.
En localidades de fuerte tradición de lucha obrera, se producían manifestaciones de adhesión a la huelga, mientras que el ejército rebelde emprendía acciones militares para apoyar el paro.
La juventud avileña se lanzó a la calle tan pronto escucharon por el Circuito Nacional de Radio una llamada en clave convocando a la operación. Obligaron a cerrar los Institutos de Segunda Enseñanza de Ciego de Ávila y Morón, hubo tiroteos en las calles principales de la ciudad, asaltaron la planta eléctrica de Vicente y un grupo de revolucionarios detuvo el tránsito en las inmediaciones del Centro de Gaspar.
El embotellamiento producido en aquel sitio de la Carretera Central sólo cesó cuando, tras ser detectados por una avioneta, la policía cercó a los participantes quienes, ante la imposibilidad de seguir la lucha, levantaron bandera blanca y se entregaron, en espera de que sus vidas fueran respetadas. Sin embargo, fueron masacrados por los esbirros de la tiranía.
Desde ese día, nombres como Raúl Martínez Alfonso, Eugenio Conte Ramos, Esteban López Hayné, José Ascanio Pérez, Cloroberto Echemendía Ulloa, pasaron a engrosar las filas de los mártires caídos de la patria, que legaron su sangre en el empeño de ver a Cuba libre y soberana.
Aunque la huelga no terminó en victoria, sí resultó un impulso en la concientización revolucionaria del pueblo. Sesenta y cinco años después, esa clarinada de rebeldía revierte en la sociedad más justa y humana que existe en el mundo.