Cada año Oscar Larralde Otero recuerda el 27 de octubre de 1962, mientras caminaba por las arenas de Playa Baracutey, cuando escuchó dos explosiones, a varios kilómetros de altura. Más adelante conocería, por las noticias, que fueron a causa del derribo de un avión espía norteamericano desde un emplazamiento coheteril en La Anita, en el municipio holguinero de Banes.
Había pasado la noche custodiando la batería antiaérea y al llegar la comunicación, los combatientes experimentaron satisfacción por preservar la soberanía nacional, pero a la luz de 60 años tiene conciencia de haber vivido en primera persona, como testigo excepcional, el momento de mayor tensión y las horas más álgidas en los días conocidos como la Crisis de Octubre.
Residente en la ciudad de Holguín, evoca sus vivencias sobre el hecho histórico ocurrido del 22 y al 29 del propio mes, cuando el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear.
Como detenidos en el tiempo vienen a la memoria los relatos de la formación del batallón de antillanos, compuesto por obreros, campesinos, intelectuales, políticos, de esa localidad, entre las más pequeñas de Cuba y la cual era parte de la División 56 del Ejército Oriental.
Una conversación con este combatiente, especialista en contrainteligencia militar, define como aspectos importantes la unidad del pueblo cubano frente a un poderoso enemigo con un ejército y técnicas formados a lo largo de los años, además de un historial de injerencia desde el triunfo de la Revolución cubana en 1959.
Por aquel entonces, y con 16 años de edad en el momento de la Crisis de Octubre, integraba una compañía radicada en el barrio Los Pinos, en Antilla, desde donde se preparaban fuerzas para proteger la Bahía de Nipe ante un desembarco mercenario y es ahí donde comienza el relato de su participación en los sucesos.
En diálogo con la Agencia Cubana de Noticias recuerda la orden de alarma de combate dada por el Líder de la Revolución Cubana Fidel Castro, la sucesiva movilización, el reto de cavar trincheras y además aprender el manejo del armamento soviético, en medio de continuos aguaceros torrenciales.
La tentativa de un ataque enemigo era inminente y Cuba contaba solamente con 300 mil hombres, pero el discurso de Fidel ante las amenazas y fomento de la subversión interna del presidente John F. Kennedy era la mejor arma y escudo en medio de aquella contingencia, resumió.
Esas palabras, publicadas en la prensa de la época así como la respuesta del naciente proceso revolucionario, refirió Larralde Otero, las escuché en un bohío vara en tierra devenido punto de observación, en un pequeño radio y como única compañía mi hamaca, mi cantimplora y una bayoneta, regalo de unos expedicionarios a su paso por el Ramón de Antilla un año antes.
Desde el 24 y hasta el 26 de octubre se produjeron varias acciones, entre ellas el cierre de la Bahía de Nipe, el incremento de los vuelos rasantes en el espacio aéreo cubano y las conversaciones secretas entre Estados Unidos y Moscú, en las cuales no se tuvieron en cuenta las exigencias de Cuba.
En su mente se agolpan el seguimiento a las órdenes dadas por radio y el aumento de las tensiones entre las partes en conflicto, dentro del cronograma de la Operación Mangosta, programa subversivo estadounidense contra Cuba después de su derrota militar, política y diplomática en Playa Girón, que preveía concluir con una agresión a la Isla, aun sin la presencia de los cohetes soviéticos.
Una ávida pasión por la historia llevó a Larralde a investigar aún más acerca del derribo del avión militar, a partir de su trabajo durante tres años en la inteligencia, que le permitieron conocer las leyendas en torno al acontecimiento y la solidaridad del pueblo de la antigua Unión Soviética con los cubanos.
Aunque han pasado 60 años, los recuerdos de la Crisis de Octubre están latentes en el coronel de la reserva holguinero, quien tiene entre sus tesoros más preciados la figura de Fidel como estratega militar y la unidad como estandarte para lograr la victoria frente al enemigo más poderoso.