Cuarenta años después de las tensiones de la Crisis de Octubre, el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, y Robert McNamara, exsecretario de Defensa del presidente estadounidense John F. Kennedy, dialogarían sobre el conflicto respetuosamente.
“¡Quién nos iba a decir a nosotros que un día nos sentaríamos aquí, cubanos y norteamericanos, a discutir estos temas!”, subrayó el estadista de la nación caribeña al concluir la Conferencia Internacional La Crisis de Octubre, una visión política 40 años después, celebrada en La Habana los días 11 y 12 del décimo mes de 2002.
Más sorprendente aún resultaría que ambos estuvieran de acuerdo en un punto, y ese punto coincidente fue la necesidad de aprender de las lecciones históricas, de los sucesos acaecidos en 1962, de manera que contribuyeran a evitar guerras de consecuencias devastadoras en el futuro.
El encuentro de los políticos sería sincero en los debates, como lo catalogó el entonces presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la isla, según reseñó en su momento el periódico local Granma.
Fidel defendió durante el intercambio el compromiso de Cuba con la verdad, en la cual se asentaban todos los planteamientos formulados en esas jornadas, incluidas las críticas, que no provenían de resentimientos.
Por su parte, McNamara expresó que las principales enseñanzas de la confrontación no recibieron la atención adecuada del mundo contemporáneo: tener siempre en cuenta la posición del adversario, y que los errores pueden costar vidas y naciones enteras, por lo cual debe eliminarse ese riesgo.
Fueron dos días de reuniones a puertas cerradas en los que además del representante norteamericano, participaron otros protagonistas de los hechos de la administración Kennedy.
Entre ellos los asesores presidenciales Richard Goodwing, Theodore Sorensen y Arthur Schlesinger; el analista de la Agencia Central de Inteligencia Dino Brugioni; y la viuda de Robert Kennedy entre otros familiares del desaparecido mandatario.
También estuvieron presentes militares de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y cubanos, quienes desempeñaron un papel activo en los acontecimientos de octubre de 1962.
LA VERDAD DE CUBA
A las 7:00 pm del 22 de octubre, 300 mil soldados de la nación caribeña permanecían en alarma de combate mientras el presidente estadounidense se dirigía a su país y al mundo para informar la decisión de llevar a cabo un bloqueo naval alrededor de Cuba, al cual denominó «cuarentena».
Fue esta la parte más álgida de un conflicto que algunos denominan Crisis de los Misiles y otros Crisis del Caribe, pero que independientemente de nombres, todos convienen en señalar como la más cercana amenaza de una confrontación nuclear vivida hasta ese momento.
Sin embargo, sus inicios trascienden esos instantes de máxima tensión, e incluso el mes de julio de ese año, cuando armamento estratégico soviético (cohetes nucleares, un escuadrón de bombarderos ligeros IL-28, y cohetes tácticos de corto alcance, entre otros) fue trasladado a tierra cubana en secreto.
Los antecedentes de la Crisis están en las acciones hostiles de Estados Unidos contra la isla desde el triunfo revolucionario de enero de 1959, las cuales se agravaron hacia 1961 con una invasión derrotada por las fuerzas cubanas en menos de 72 horas.
Durante el diálogo de 2002, quedó establecido que el peligro de un ataque por parte del vecino norteño era mucho más que una simple percepción del Gobierno cubano o sospechas de las autoridades de la URSS.
Si bien el presidente Kennedy no había dado su firma para autorizar una agresión directa, al decir de la delegación estadounidense asistente, documentos desclasificados, así como el resumen de las discusiones entre altos jefes militares de ese país demuestran que esta era una amenaza real.
El plan para ello incluía más de mil bombardeos aéreos y el desembarco de 280 mil soldados, confirmó entonces el vocero norteamericano de las conversaciones.
Además, era lógico pensar que tras el fracaso de la invasión por Playa Girón (1961) Washington deseara cobrar venganza, a lo cual se unía que la Operación Mangosta, considerada por los expertos como un vasto y costoso proyecto desestabilizador contra la isla, contemplaba la agresión militar como cierre.
Todo esto determinó la necesidad de Cuba de defenderse, un derecho reconocido en los días del aniversario 40 de los sucesos de la Crisis, cuando quedó claro que la adquisición de armas de cualquier tipo era una acción legítima de la nación caribeña y no violaba ninguna norma internacional.
La instalación del armamento estratégico soviético en territorio cubano, que causó tanto revuelo, no obedeció sin embargo a la urgencia de la autodefensa, sino que estuvo inspirada por la solidaridad con el campo socialista y la URSS, en desventaja estratégica frente a Estados Unidos, explicaron en 2002.
La acción ni siquiera respondió a una solicitud de la isla, sino que fue un ofrecimiento de la URSS con el ánimo de disuadir a la Casa Blanca de un ataque directo, y fue aceptada por el Gobierno cubano a partir de resortes éticos, morales, como un gesto de reciprocidad y solidaridad con quienes venían apoyando al país.
Con tales antecedentes, Fidel Castro planteó al líder soviético Nikita Jrushchov la necesidad de hacer público el acuerdo defensivo y la instalación en Cuba de los cohetes, pero este mantuvo la posición de realizar la maniobra con absoluta discreción.
Más tarde, cuando el presidente estadounidense reclamó por la existencia de armamento estratégico en la isla, el soviético lo negó y, al ser descubierto el engaño, quedó en desventaja política ante el mundo, concordaron los participantes en la Conferencia.
Al respecto, el líder cubano diría que las decisiones de la nación caribeña en aquel momento fueron juiciosas y resultado de profundas reflexiones.
UNA ALERTA QUE PERSISTE
Mientras al este de Europa nuevamente la guerra enseña sus garras y el mundo teme una escalada nuclear, las advertencias del líder cubano en el encuentro de 2002 parecen recién dichas: nadie puede prevenir en estos casos tan complejos el curso que seguirán los hechos, ni garantizar que no se desate una catástrofe por cualquier incidente.
La Crisis de Octubre suele presentarse en los medios internacionales como un conflicto entre la URSS y Estados Unidos, donde Cuba es solo el escenario, pero un análisis serio de los acontecimientos muestra que es imposible hablar del tema sin referirse a las agresiones sostenidas de Washington sobre la isla.
Los participantes en los debates efectuados 40 años después así lo reconocieron y analizaron, además que el pacto negociador de entonces tuvo su fragilidad al no tener en cuenta a la nación caribeña.
Los Cinco Puntos planteados por Cuba habrían significado la solución de buena parte de las diferencias con Estados Unidos, pues reclamaban el cese del bloqueo económico, de los vuelos espías, de las actividades subversivas, los ataques piratas, las violaciones del espacio aéreo y la retirada de la base naval de Guantánamo.
Pese a no ser tenidos en cuenta la isla no se desmoralizó, afirmó Fidel Castro, quien sostuvo que luego el país pasó otras pruebas duras, como el derrumbe del campo socialista y la desaparición de la URSS.
Señaló que en medio de todas las dificultades, el enorme capital humano desarrollado por la Revolución no solo buscaba alternativas para la propia nación, sino que brindaba esperanzas al mundo con el envío de médicos a regiones necesitadas.
Ante los graves problemas que afronta la humanidad, entre ellos el de una nueva guerra, si el mundo no puede salvarse, el mejor sistema social no sirve para nada, hay que salvar al mundo, subrayó Fidel, y esa alerta persiste, con sinigual fuerza, 20 años después.