El destacado escritor es uno de los autores a los que se dedicará la XXXII Feria Internacional del Libro de La Habana
Particularmente agradable resultó la presencia de Francisco López Sacha, uno de los escritores a los que se dedica la próxima Feria Internacional del Libro de La Habana, en el espacio Libro a la carta, que se celebra una vez al mes en la librería Fayad Jamís.
A cargo del periodista Fernando Rodríguez Sosa, la invitación fue oportuna para acercarnos a la obra y el quehacer actual de un prominente intelectual, que ha dejado fructíferamente su huella en la ensayística, la novela, el cuento, la crítica, la edición y la docencia impartida en diversos espacios como en la Universidad de las Artes, la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, y en el programa televisivo Universidad para Todos, del que es fundador.
Tenía 18 años cuando, resueltamente, supo que sería escritor. Había escrito un poema a los nueve años, y desde entonces sintió la necesidad de leer mucho. Al saber su padre que quería estudiar Letras en la Universidad de Oriente, le dijo que no se hiciera intelectual. «Pero era inevitable, yo quería ser escritor». A los 20, lo inspiró un hecho que no pudo menos que llevar a un poema: la desaparición de Los Beatles, una agrupación que ocupa una buena parte de sus pasiones. Ya después, la escritura se le haría un hábito que no lo abandonaría nunca. Ahí están para confirmarlo unos 15 libros (El cumpleaños del fuego, Descubrimiento del azul, Análisis de la ternura, Voy a escribir la eternidad, El más suave de todos los veranos, La nueva cuentística cubana, Pastel flamante, Variaciones al arte de la fuga y Prisionero del Rock and Roll, por solo citar algunos).
Sacha prefiere la novela. «Es que necesito mucho espacio para expresarme». Ha publicado cuatro y escribe en estos momentos otra, en la que está la Revolución Cubana, y tiene una estructura que recuerda al poema épico de la Ilíada. De su metodología para hacerlas, explica que precisa tener el inicio y el final, y saber muy bien adónde va cuando empieza a escribir. Después le incorpora la partitura musical, que para él es imprescindible. «Con ella tengo la dirección, la historia y el movimiento de esa historia», revela. Me considero un músico, y no frustrado; y me expreso con palabras. «Mi prosa tiene que sonar», dice Sacha, quien no renuncia a la idea de grabar algún día un disco de rock.
Escribe rigurosamente en las mañanas. «Agotado no puedo escribir». Tal como lo definiera el costarricense Joaquín Gutiérrez, para Sacha un cuento es un puño cerrado y una novela es una mano abierta. «El cuento, desde que empieza, empieza cerrando; la novela, desde el inicio va abriendo. La novela es algo que nadie ha podido definir», explica.
A una pregunta asociada a la docencia, habla el orgullo: Yo la imparto desde los 11 años. Fui alfabetizador. Y a otra que indaga por la representación teatral de alguna de sus obras, responde que no se siente tentado a ver a sus personajes en escena. «Yo quiero que me lean, no que me vean», completa.
Para Sacha es una eterna inspiración su coterráneo manzanillero, el novelista Luis Felipe Rodríguez. «Me siento en deuda con él. Fue el primero que quiso escribir a Manzanillo»; y habló del sueño de su vida, que es poner a Manzanillo en el mapa de la literatura.
Va terminando el espacio. Del público alguien le pregunta el porqué de su preferencia por la máquina de escribir por sobre la computadora. «La computadora no suena; la máquina sí». Lo sobreviene un sentido aplauso.