Ser una trabajadora del sector de la salud y cultivar la tierra forma parte de esas tareas que parecen imposibles y que las mujeres cubanas son capaces de en su vida cotidiana convertir en realidad.
Así lo demuestra la licenciada en prótesis dentales Marjori Valdés Domínguez, hija de Las Tunas que llegó a Majagua con poco más de 10 años y en la provincia avileña concluyó la primaria, realizó sus estudios secundarios, el preuniversitario y se graduó de nivel superior.
Su profesión no le impide laborar por la cuarta parte de los beneficios en la finca de un productor del suroeste avileño y obtener entre otros cultivos frijoles, plátanos, yuca y maíz, los que entrega a Acopio, vende a productores privados y a satisfacer las demandas del hogar.
En esta función involucra una gran parte de la familia como son la tía, los primos, su propia hija y con ella al yerno. Mientras, entre las mayores satisfacciones de los últimos tiempos esta haberse convertido en la abuela de su primer nieto e integrar la elección de precandidatas al 11no Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas.
También Marjori Valdés Domínguez tiene sueños y aspiraciones, entre ellas, la de convertirse en usufructuaria empeño que avanza por lo que afirma “Ya tengo la tierra, la estamos limpiando a hacha y machete porque hasta ahora es lo que tenemos para poderla sembrar lo antes posible y tener distintos tipos de cultivo para la alimentación, eso sin dejar de trabajar en la salud, porque tanto me gusta un trabajo como el otro, siempre tratando de mantener la sonrisa para que todo el mundo sonría igual que yo”.