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Las huellas de los héroes jamás se borran

Hay hombres que nacen para convertir en arte todas las incidencias de la vida y en ese sentido Frank País García fue un virtuoso.

Con algo más de 17 años, sintió lacerada su alma con los puñales clavados en el corazón de la Patria. Fue el poeta capaz de escribir una Elegía dedicada al más pequeño de sus hermanos, cuya muerte audaz se le insertó muy hondo.

Integrante de una vanguardia en su convulsa época, se convirtió en artista de la lucha clandestina. Su fecundo poder creativo produjo por decenas organizaciones de base, plenas de hombres y mujeres jóvenes, capaces de hacer realidad los versos del Himno Nacional y demostrar “que morir por la Patria es vivir”.

Fue un genio, en la formación de hombres honestos, valientes y desprendidos. Con sumo cuidado  pulió con ideas de progreso la mente de sus seguidores menores o mayores que él en edad.

Entre sus magistrales obras figura, en un sitial de honor, el apoyo a una expedición con armas de fuego y de vergüenza. Otra tarea singular fue el levantamiento que sembró a su ciudad en las páginas de una historia imborrable.

De sus manos y pensamiento salieron las palabras que dirigió en un mes de julio,  al hombre que seguía con devoción y fidelidad probada

Fue también el creador de David, seudónimo  que no se puede omitir en la historia de la Cuba de movimientos revolucionarios: “Lo que es a mí, Salas no me coge vivo”. Profecía no deseada por él ni por el pueblo que lo veneraba y seguía sin miramientos.

Aquella tarde del 30 de julio de MIL 957, el intachable revolucionario escribió el mejor de sus poemas, el de su vida, escrito con su propia sangre, junto a la so otro hermano de lucha: Raúl Pujol 

En su memoria y en la de todos de entrega sin límites, exclamamos como poéticamente escribiera Martí en 1872: «Cuando se muere en brazos de la patria agradecida, la muerte acaba, la prisión se rompe, comienza al fin con el morir, la vida».

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