“Una calle limpia no depende del servicio de limpieza, sino de la educación de sus habitantes”, así expresa una campaña internacional y le sobra la razón.
Aunque las carencias de combustible y de transporte han deteriorado la prestación de recogida de basura y limpieza de calles, son los ciudadanos los máximos responsables de mantener la higiene de las vías urbanas y las comunidades en general.
En cada barrio existen pequeños vertederos donde la población puede depositar los desperdicios de sus hogares, que nunca deben dejarlos en las aceras o las esquinas.
No tirar basura en los contenes y en las propias aceras, es también una manera de mantener limpios estos espacios, en los que en muchos lugares se acumulan cáscaras de frutas, papeles, colillas y cajas de cigarros y otros elementos que afectan la higiene y la estética del lugar.
La indisciplina social atenta contra la higiene colectiva porque en los microvertederos improvisados de las vecindades proliferan insectos, roedores y sustancias que transmiten enfermedades.
No puede ser sólo el servicio de limpieza y recogida de basura el destinado a lograr una impecable imagen de la ciudad. Cada persona es responsable de mantener esa labor con disciplina y conciencia.
Es necesario que la comunidad se implique en el proceso de higienización, pues entre todos se puede mantener la limpieza y el ornato del lugar de residencia, tanto en ciudades como en comunidades.