Hay hombres y mujeres que durante su existencia engalanan la vida y tras su paso hacia la inmortalidad, saben vestir el universo de amor y justicia con su eterno legado. Hay hombres y mujeres cuya evocación hacia el bien social, es como imprimir lo mejor de su ADN a la atmósfera para seguir dando luz a sus semejantes.
Uno de estos seres, que no figuran en la lista de los abundantes, pero si en la de los imprescindibles, es el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, un hombre que supo florecer su visión corajuda sin importar cuan arrinconada estaba la tropa. Sabía que el precio a pagar era es el más alto, pero rendirse, jamás lo haría como cubano.
A los 98 años de su nacimiento, su humildad y fidelidad siguen marcando el paso del tiempo, y quienes lo conocieron como machetero simple u ordenado y exigente jefe en los municipios avileños de Venezuela y Bolivia, pudieron constatar que a la sensibilidad artística con la que vino al mundo, estuvieron sentimientos admirables de extraordinario apego al pueblo.
Su paso como Presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, dejo una estera de sentimientos puros impresos en el valor y alcance histórico de verde olivo traje.
Para las nuevas generaciones en Cuba, el Comandante Juan Almeida Bosque con la mirada hacia el futuro, les auguro: talento, capacidad creadora. Ideas renovadoras, esperanzas, sueños y para llevar adelante la Revolución, que no es una obra perfecta, pero es nuestra, sentenció el autor de La Lupe.