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Photo: Ricardo López Hevia

José María Vitier, una vida dibujando música

El maestro es uno de los principales horcones de nuestra música

En este enero, José María Vitier cumplió 71 años de edad; pero si tenemos en cuenta el entorno familiar y la particularidad que le rodeó desde su nacimiento, podríamos afirmar que celebramos, también, casi igual cifra en calidad de vida artística.

El talento y las aptitudes de los hermanos Vitier García-Marruz fue algo que los distinguió desde niños. Cada uno tuvo una comunicación con el otro de una forma muy singular. Ambos, recorriendo los peligrosos caminos de la experimentación, pudieron llegar a conceptos muy definitorios en la música, aunque con ribetes expresivos diferentes estilísticamente: Sergio un extraordinario guitarrista y compositor, y José María igual, pero con el piano.

Si acudimos a la extensa carrera de José María, encontraremos diversos acontecimientos y rupturas sonoras que convidan a que su obra siga siendo estudiada.

No se ha ceñido a formatos rígidos sino que, cual orfebre de infinita paciencia, ha ido escudriñando en infinidad de ellos para lograr, en cada uno, un resultado maravilloso. Para muchos, aún quedan imágenes sonoras de los años del grupo que lideró, y desde el cual brotaron temas instrumentales que fueron escritos para series de tv tales como En silencio ha tenido que ser; Julito el pescador; o Para empezar a vivir, con una marcada diferenciación conceptual en cada uno. Los recursos musicales usados por José María nos hablan de un dominio morfológico pleno, de un compositor –muy joven en ese entonces– con oficio evidente y con la capacidad no solo de recurrir a formas de la llamada armonía tradicional, sino de plasmar un lenguaje propio y alternativo. En esa línea no solo podemos agrupar instrumentos y formatos, sino que existen también dos líneas generales: la inclusión de un lenguaje musical contemporáneo que se mezcla con lo académico, y la capacidad del autor de captar, musicalmente, la esencia de un dramatizado.

 Y allí entonces nos encontramos con otra de las grandes pasiones de José María: dar vida a personajes a través de su música. Pero su obra no solo se sumerge en las aguas de trabajos instrumentales, sino que, desde la década del 80, nos anuncia su gracia para escribir canciones. Recordemos que, a diferencia de En silencio… y Julito…, el tema central de Para empezar a vivir es uno hermoso interpretado por Pablo, y luego llegaría La frontera del deber, que cantarían Pablo y Silvio, y que puede escucharse en el capítulo final de la serie.

José María también tiene relevancia como autor de bandas sonoras para el cine cubano, en el que su vocación renovadora le ha permitido transitar caminos muy fértiles. Si tomamos en cuenta El siglo de las luces, Fresa y chocolate y Un paraíso bajo las estrellas, notaríamos la paleta de diversidad creativa del autor, sin dejar de plasmar su sello.

Pudiéramos añadir el filme español Cosas que dejé en La Habana a su extensa colaboración con el cine, además de obras de gran complejidad técnica y estilística como El Salmo de las Américas y Misa Cubana, así como más de 30 fonogramas y disímiles colaboraciones junto a Martirio, Liuba María Hevia, Pablo Milanés, Niurka González, Silvio Rodríguez, Bárbara Llanes, Amaury Pérez Vidal y muchos más. Es José María, sin duda alguna, uno de los principales horcones de nuestra música y de su infinito mestizaje sonoro. ¡Enhorabuena, maestro!

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