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Estudiar será una gran noticia

Apenas dos estudiantes avileñas de undécimo grado realizaron el examen de aptitud para optar por la carrera de Periodismo en la sede Manuel Ascunce Domenech, perteneciente a la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez (UNICA).

Hace un lustro o más, se podían contar por decenas quienes se presentaban a esas pruebas. Tal vez ese tampoco sea un número prolífico en comparación con otros territorios de mayor población o en correspondencia con la necesidad de periodistas que requerían los medios provinciales.

¿Pero ahora cuántas probabilidades existen de que esas dos alumnas realmente decidan estudiar la carrera, terminen graduándose y ejerzan la profesión en este propio periódico, la emisora o el telecentro local? Como mínimo habrá que esperar cinco años.

Los factores que hoy inciden negativamente al interesarse por la carrera de Periodismo son variados y comienzan a partir de los requisitos impuestos en años recientes. Directamente, puede resultar una limitante la medida de que las hembras, como anteriormente los varones, deban posponer los estudios durante un año para el cumplimiento del Servicio Militar Activo.

Es cierto que no siempre la narrativa de los medios de prensa responde a los intereses de la población y se acerca a sus problemáticas reales. Por tanto, persiste la pérdida de credibilidad y ello sería capaz de condicionar la intención de adentrarse a sus rutinas productivas.

Asimismo, sus profesionales ocupan cada vez un espacio de menos valía dentro del entramado social. En parte por lo dicho anteriormente relacionado con las maneras de hacer y la recepción del público, y en parte por los bajos salarios que perciben los periodistas.

Sobre todo, ese trasfondo económico redefine hoy qué ser mañana. O siempre ha sido así, aunque a lo mejor actualmente sea más determinante aún. El Periodismo entonces pasa a un segundo, tercer o décimo plano. Y no solo el Periodismo, casi cualquier carrera universitaria. Una crisis tan agravada llega a establecer que la continuidad de estudios deje de ser prioridad.

Los referentes varían. Ala juventud le preocupa más, y con toda razón, poder sustentarse. Es un axioma universal. Pocos miran a la doctora que despierta a las tres de la madrugada para adelantar sus investigaciones sobre una afección visual. Lo significativo es cuánto cobra esa doctora, si vale la pena ser doctora o vale la pena tanto sacrificio. La necesidad económica se sobrepone al deseo de superación profesional de una forma avasalladora.

Ante la situación imperante cobra doble importancia la formación vocacional. Paradójicamente, la labor hecha en tal sentido es insuficiente. Un decrecimiento en el ingreso al nivel superior provocó una medida por parte del Ministerio de Educación Superior en 2024: los suspensos en las pruebas de ingreso en Matemáticas, Español e Historia y quienes siquiera se presenten a estas tendrán oportunidades de acceder a la universidad.

El comentario ¿Quiénes serán los profesionales de mañana? exponía esta idea a principios de 2024: “Mientras la pirámide social adquiere la posición que nunca debió perder, resulta impostergable trazar estrategias para que sean menos quienes emigren hacia cualquier latitud u oficio mejor pagado”. ¿Aquella sería la solución definitiva?

Por supuesto, toda la juventud no piensa igual. Los criterios suelen ser plurales a la hora de rellenar la boleta para ingresar a la casa de altos estudios.

A pesar de todo, existirán algunos con motivaciones suficientes para obtener una carrera universitaria con todos los méritos. Existirán padres dispuestos al sacrificio que impone el estudio de sus hijos. O habrá algunos hijos que intenten cumplir el anhelo de los padres, o vayan en busca de ¿vivir la experiencia? Subir la escalinata puede tener disímiles razones.

Sostenerse, en todo caso, es a veces complejo más allá de las aptitudes que demande una carrera y los retos que se presenten aulas adentro. Las clases son gratis, pero cuestan. Cuestan desde el mismo momento en que debes pagar quinientos pesos por llegar, como hace un estudiante de Guáimaro en la transportación a la Universidad de Camagüey y lo cuenta el periódico Adelante. Cuestan los gigas para navegar por plataformas digitales para la enseñanza, cuestan las laptops…

En estas mismas páginas, se informaba que al concluir el curso 2023, la UNICA graduaba solo al 49 por ciento de los matriculados cuatro años antes. Preocupaba entonces que la mayoría de los que abandonaron sus estudios no lo hicieron por deficiencias económicas.

La opción de estudio y trabajo termina por ser inviable en muchas ocasiones y la balanza se inclina hacia elegir lo segundo. Terminar siempre implicará más desafíos de los previstos. Al final, quienes lo hagan serán los mismos que coloquen un estado en WhatsApp a modo de meme con la siguiente idea: me quemé las pestañas por cinco años y ahora estoy trabajando en la mipyme.

De meme tiene muy poco. El problema no radica ni ahora ni mañana en trabajar en el sector privado, sino en que, si el panorama no cambia, los estudios poco le valdrán para satisfacer sus necesidades y los centros laborales perderán fuerza capacitada.

Habrá quienes prefieren saltarse la etapa universitaria. Para qué les hará falta el título más allá de engavetarlo. Llegará el momento en que aspirar a ser estudiante, estudiante de Periodismo, por ejemplo, será una gran noticia.

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