Profesor, árbitro, investigador y escritor. Así, llenando todas esas entregas, podría definirse la obra de Iván Román Suárez, merecedor del Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Para el profe Román, como lo llaman sus alumnos, los de ahora y los que han pasado por su sabiduría, el trabajo no pesa cuando se ama lo que se hace. Desde niño padeció de asma, y eso lo llevó a la práctica deportiva en el otrora central Algodones, hoy Orlando González Ramírez.
«Allí pasé mi infancia. Siempre me gustó el deporte. ¿En qué central azucarero no se practicaba beisbol? Jugaba mucha pelota, pero también hacía otras actividades deportivas como el lanzamiento de la jabalina y el salto de longitud».
Esos fueron sus primeros acercamientos al mundo de la actividad física. En sus años de estudiante participó en varias competencias municipales en Ciego de Ávila, pero «nunca fui buen competidor. Entonces, me propuse ser un buen técnico, dedicarme a estudiar. Y es lo que he hecho hasta hoy».
Su maestro de Educación Física lo inspiró para inscribirse en la Escuela Superior de Educación Física (esef), en La Habana. «Ni siquiera terminé el pre y ya estaba en la esef. Me gradué como profesor en 1970, y en 1971 comencé a trabajar allí mismo. Tenía 22 años. Después me involucré en el arbitraje».
En ese periodo descubrió su amor por los ejercicios de fuerza y por la investigación sobre el uso de esta en la preparación de los atletas. «Cada vez que veía las competencias me iba a la parte física, y notaba que los elementos de la fuerza, en la preparación, tenían un soporte empírico. Me dije: hay que transformar esto, para tributar a un alto resultado competitivo».
Aún siendo estudiante, cuando cursaba el tercer año, se involucró en la preparación del equipo Cuba de beisbol que se coronó en el Campeonato Mundial de 1969: «Servio Borges, su director, que sería un año mayor que yo, sabía de mis trabajos sobre la fuerza muscular, porque estudiábamos en la esef. Hicimos un plan de entrenamiento de fuerza en el beisbol, dividido en las cuatro áreas de juego –receptores, lanzadores, jugadores de cuadro y jardineros–, con una dosificación sencilla, porque esos peloteros nunca habían tomado una barra en las manos ni hecho ejercicios de fuerza».
Después, en la pelota, trabajó con Industriales y Metropolitanos, y con otros equipos en la capital; con otras disciplinas, como el voleibol –en la época dorada de la selección masculina–; pero es el levantamiento de pesas la disciplina a la que ha dedicado la mayor parte de su carrera. «Pertenezco a este deporte desde que llegué a la esef, en el año 1966, hoy Universidad de las Ciencias de la Cultura Física del Deporte Manuel Fajardo».
En 1973 «fui designado para trabajar en Chile, a fin de organizar y preparar al equipo nacional para los Juegos Panamericanos que iban a celebrarse en 1975, en México. Estuve trabajando unos ocho meses, y se lograron 47 récords nacionales en esa etapa; participamos en juegos regionales con muy buenos resultados, con medallistas en esos torneos que, hasta ese momento, no existían. Pero todo quedó trunco por el golpe de Estado del 11 de septiembre».
Alcanzó la categoría de árbitro internacional en 1981, desempeñándose en tres Juegos Olímpicos (Barcelona-1992, Atlanta-1996 y Sidney-2000), cuatro Juegos Panamericanos, cinco Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Juegos Bolivarianos y Sudamericanos, sobre todo en la década del 90.
Román ha ocupado varias responsabilidades en la Federación Cubana; pero también en las estructuras internacionales. Fue jefe técnico de la Confederación Panamericana y es miembro del Salón de la Fama de esa organización; ha sido representante de la Federación Internacional en todos los eventos múltiples en América, y organizador del montaje técnico de esas lides.
Román, hasta la fecha, es el único investigador del sector deportivo Doctor en Ciencias de Segundo Grado. Cuenta que, con las distintas tareas que ha desempeñado en los últimos años, no deja de extrañar la relación con los atletas.
«Le dediqué toda mi vida a los pesistas, y me sigue apasionando ese trabajo; conversar con ellos es siempre interesante, y también fuente de conocimiento. Aunque en los últimos años trabajé con otras disciplinas, sigo siendo un hombre de las barras y de los discos. Desde las plataformas de la halterofilia partió todo lo que he hecho en mi vida».
Sobre la formación doctoral en el deporte, consideró que «va por buen camino, pese a las dificultades. Cuando no se tienen los medios técnicos es muy difícil investigar, pero contamos con el recurso humano y la metodología, en eso hemos aprendido a ser buenos, y hay muestras de ello. Nuestro Departamento, en la Universidad del Deporte, tiene muy buena calificación, y eso ha permitido incrementar la calidad de los egresados.
«Cuba tiene 84 títulos en Juegos Olímpicos y el lugar 18 en el ranking histórico. Hay veces que, por conocerlo, no le damos verdaderamente la dimensión que tiene, pero sí demuestra que aquí se ha estudiado y se ha trabajado en función del resultado deportivo, aparte de la actividad física en sentido general», reflexionó.
Por sus palabras, y por sus cualidades, al preguntarle por el título de Héroe del Trabajo de la República, al parecer lo prefiere compartido, o compartirlo. «Recibirlo es un estímulo extraordinario y un compromiso para continuar haciendo lo que he hecho siempre. Pero ese galardón es de todos mis compañeros, que me ayudaron a hacerlo día a día. Lo han depositado en mí, pero es de mucha gente».
A sus 75 años, continúa trabajando, y lo disfruta como el primer día. Investiga, busca soluciones, y las lleva a los libros, «porque ellos son el mejor embajador del saber. Esa es la razón por la que no me canso de dejar mis resultados en esos textos, a los que le he dedicado casi la vida, pero no por eso se es héroe. Yo creo que hay muchos héroes en Cuba, yo soy un amante del deporte, de su encargo social, que es el de mejorar la salud de nuestro pueblo; de lo que me enorgullezco, más allá de cualquier reconocimiento, es de ser un cubano que está aportando un granito de arena para su país».