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Foto: Tomada de Granma

El Herman, Fidel y la nueva generación de cubanos

Han transcurrido más de 30 años y aún mantengo en mi memoria, aquella tarde-noche, del 1 de febrero de 1990, en que casi por azar, fui testigo del temple, de la inmensidad de la figura y de la vibrante voz del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

 Y aunque en su discurso de aquella memorable jornada, cerca del memorial al Maine, en el malecón habanero, nos convidaba a mantener la calma y conservar la sangre fría, sus palabras vibraban y el aire se llenaba de ímpetu, rebeldía y valor. 

 Horas antes un buque mercante con bandera panameña, pero arrendado por la Empresa Cubana de Navegación Caribe, había sido atacado por un guardacostas estadounidense. Como parte de la provocación, los medios habían propagado la falacia sobre una supuesta carga de drogas.

 Los 11 tripulantes de la nave, con machetes, hachas y cuchillos como únicas armas a bordo, deciden enfrentar la agresión. Comenzaba así una batalla entre quienes pretendían humillar a un pueblo y quienes defendían la verdad y la justicia a costa hasta de su propia vida.

 Por eso resisten cada chorro de agua a presión, cada iluminación de los reflectores que tratan de cegarlos, o de las ráfagas o disparos con que impactan el barco para destruirlo.

El comportamiento decidido, digno y valiente de esos hombres de mar se convirtió en una valiosa hazaña, en un momento, en que Cuba, desafiaba poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional, sin la existencia del campo socialista.

Los marineros del Herman sufrieron en carne propia el odio, el asedio, la provocación, el afán del Imperio por doblegarnos. Más que amilanarse se crecieron y pusieron en alto el nombre de la Patria como verdaderos héroes.

Aún repican en mi mente las palabras de Fidel, su recuento sobre el alevoso hecho y la bravura desafiante de sus frases en denuncia ante la actitud provocadora del gobierno norteamericano y en defensa de los tripulantes del Hermanm:  

 «No se sabe lo que vale ese mensaje que estos hombres han enviado a los imperialistas…, les han dado una insuperable lección». En otro momento del discurso, apunta: «Ellos demuestran que aquí hay millones de héroes».

Y concluía entonces: “Si de algo podemos estar seguros, es de que jamás el águila rapaz que simboliza al imperio volverá a colocarse sobre esas columnas, que quedaron convertidas en monumento de lo que fue el imperio en nuestro país y de lo que ocurrirá, más tarde o más temprano, a su afán de esclavizar al mundo”.

A eso nos enseñó Fidel, a luchar, a guerrear, a defender  nuestros principios frente a las amenazas. Por eso en las nuevas batallas llevamos sus ideas y no olvidamos cada uno de los atentados terroristas que ha padecido nuestro pueblo.

 Ante cada desafío los cubanos seguimos adelante, los  avatares internos y externos no nos detienen, porque como hijos y nietos de los tripulantes del Hermanm navegamos siempre con proa al futuro. 

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