Ser elegido delegado del Poder Popular en una circunscripción es haber ganado la confianza de los ciudadanos de la comunidad, quienes apuestan por los valores de quién los va a representar ante autoridades y funcionarios para resolver problemas generales o personales.
Entonces el delegado adquiere una gran responsabilidad que le ocupará mucho de tiempo de su vida y que tiene que compartir con sus funciones como trabajador, como son la mayoría, y su propio quehacer particular.
La función de este servidor público voluntario, sin ninguna remuneración, exige de constantes gestiones y reuniones, de visitas a organismos, entrevistas con directivos estatales, discusiones, trámites y muchas negociaciones, en la búsqueda de solución a los variados planteamientos de sus electores.
Para que este complejo engranaje tenga éxito, el delegado necesita de una especie de activistas, salidos de la misma comunidad, que le ayuden a buscar salida a los problemas.
Personas con una innata vocación de servicio son ideales para formar alianza con los delegados y ayudarlo en varias gestiones. Los presidentes de los CDR y las FMC tienen que vincularse a las tareas de las circunscripciones y colaborar para lograr una verdadera armonía en la problemática comunitaria.
En definitiva, el gobierno compartido entre todos es más efectivo y en Cuba se goza de ese derecho.