Claudia celebra todos los años, en enero, el Día de la Ciencia Cubana sin jolgorio porque para ella cada momento profesional de su vida es una fiesta.
La joven avileña Claudia Linares Rivero es Licenciada en Biología, Máster en Agrobiotecnología e investigadora del Centro de Bioplantas de la capital avileña.
“Siempre me han gustado las plantas, los animales, la naturaleza en todas sus expresiones, de ahí que me sintiera a gusto los cinco años de estudio en la Universidad de Villa Clara, donde adquirí los conocimientos básicos para emprender una profesión difícil, pero apasionante”, refiere.
Por sus resultados académicos ganó una plaza en el Centro de Bioplantas de Ciego de Ávila, donde comenzó su vida laboral en septiembre del año 2014.
“La Universidad me dio formación, me enseñó a soportar largas horas de estudio, a prepararme, a ser una persona independiente, con objetivos, y Bioplantas es el lugar donde aprendo cada día a investigar, a hacer ciencia; me ha dado herramientas para crecer como investigadora”, dice con voz suave y tierna, características de su personalidad.
“Me gusta trabajar en la creación de plaguicidas a partir de productos naturales que no agradan el medio ambiente ni al hombre. Para eso es necesario tener conocimientos de fisiología, de la bioquímica de las plantas y hacer estudios previos”, confiesa la joven investigadora que está en proceso de convertirse en Doctora en Ciencias.
Y esa preferencia y las posibilidades que tiene la han llevado a trabajar temporalmente en el Centro de Competencia Obstbau Bodensee (KOB), en Bavendorf, Ravensburg, Alemania, donde desarrolla, como parte de un equipo, una interesante investigación sobre el uso de pesticidas biológicos a partir de dos plantas: Moringa oleifera y Morinda royoc, conocidas como Moringa y Garañón.
“Este es uno de los proyectos internacionales que desarrolla el Centro de Bioplantas y para mi resulta una interesante experiencia por el intercambio profesional con una prestigiosa institución europea que valora la capacidad investigativa de los científicos cubanos”, afirma Claudia.
A ella le seduce el proceso de investigación, que a veces le demanda de pasar noches y madrugadas vigilando las reacciones de las pequeñas plantas con las que hace experimentos. No se desanima cuando un estudio bioquímico no da el fruto esperado y entonces insiste con otras técnicas, en la búsqueda de un resultado favorable.
En su quehacer entre el laboratorio y las plantaciones le queda poco tiempo y lo ocupa en estudiar, ver películas, compartir en familia y cuidar de sus mascotas y su pequeño jardín, en especial de sus adoradas violetas.
A Claudia la ciencia tocó su corazón y ella le es recíproca, entregándole su talento, esfuerzo y tiempo para contribuir a que la tierra aporte mejores cosechas y las plantas crezcan sanas y fuertes para bien de la sociedad que las consumen.