Mario Carrasco Teja obtuvo el Premio Casa 2024 en la categoría de Literatura para niños y jóvenes, con la novela El latido de los días
¿Por el escritor o el lector? Es difícil decidir el punto de partida cuando se conversa con alguien dedicado a la palabra, porque entre las obras de las que se nutre y las que crea propiamente hay siempre un lazo resistente, visible o no, pero jamás soslayable.
Así sucede con Mario Carrasco Teja (México, 1972), quien dialogó con Granma, a propósito del Premio Casa de las Américas 2024, en el apartado de Literatura para niños y jóvenes, que obtuvo con su novela El latido de los días.
«Casi no visito las mesas de novedades porque ya no tengo donde meter más libros en casa, así que en los últimos años me he dedicado a leer lo congregado en mi biblioteca personal», explica el también editor.
Precisamente, en algunas de las páginas leídas e, incluso, escuchadas, estuvieron las inspiraciones para el texto merecedor del Casa: «Uno de los relatos que nunca me ha abandonado desde la adolescencia es Casa tomada, incluido en el Bestiario del gran cronopio y que resultó fundamental mientras configuraba la invasión que ocurre en la novela.
«Junto con onirismos, elementos fantásticos y guiños al mito de Sísifo, Alicia en el País de las Maravillas y algunas lecturas más de juventud –y no tanto–, la trama se redondeó con alusiones bélicas y una memoria persistente de mi primera infancia: la historia de las brujas y el leñador, un relato popular de tradición oral.
«Hasta donde he rastreado, tiene raíces medievales, con múltiples variaciones en América Latina, España, Italia, Japón e incluso alguna versión de los hermanos Grimm. Recuerdo que lo escuché por primera vez en amplitud modulada –por la frecuencia de Radio Unam o Radio Educación, no recuerdo bien–, mientras mis hermanos, mis primos y yo armábamos batallas campales en el automóvil y volvíamos locas a nuestras madres, varados en el aquelarre que es el tráfico de la Ciudad de México».
Según el jurado que premió su obra –Ricardo Fernandes (Brasil), Geraldine de Santis (República Dominicana) y Liuba María Hevia (Cuba)–, esta reivindica la fuerza de la brevedad, promueve valores universales a través de lo regional, y posee una voz única para relatar historias que encienden la chispa de la inteligencia y la curiosidad en sus lectores.
«La semilla de El latido de los días es un relato corto que escribí cuando fui becario del Centro Mexicano de Escritores, inspirado en el hecho real de que a mi madre le falló la válvula mitral.
«En ese primer momento el narrador era un joven, como lo era yo. El hecho es que el cuento se quedó arrumbado un buen tiempo, hasta que hace un par de años lo resucité –junto con mi carrera de escritor– y convertí en novela desde la perspectiva de un niño en el umbral de la pubertad.
«En relatos en los que prima lo cotidiano –aunque en algún momento irrumpa el elemento fantástico– suele ser inevitable aderezar la escritura con los elementos del entorno inmediato. En este caso, necesitaba imprimir en la voz del joven protagonista una manera de hablar ajena al español neutral que yo mismo suelo buscar como editor profesional».
Mario ha ganado antes el Concurso Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés en su trigésima edición, el premio de teatro convocado por el Centro Toluqueño de Escritores, y los certámenes nacionales de Cuento de Humor Negro de Morelia, Michoacán, y de Crónica y Cuento del Metro de la Ciudad de México, pero el Casa le resulta entrañable:
«Es uno de los galardones literarios de mayor tradición en nuestra América, y el mayor reconocimiento que he obtenido por mi escritura. Lo envié a concurso con la ilusión, compartida con muchas personas, de formar parte de esa prestigiosa lista.
«He tenido la oportunidad de viajar en dos ocasiones a Cuba y en ambas la Casa de las Américas fue una visita que de ninguna manera permití que se omitiera en el itinerario».
–¿Qué le atrae de la escritura para niños y jóvenes?
–En julio de 2013 recibí un correo electrónico de Ariadne Ortega González, espléndida editora de literatura infantil y juvenil, para invitarme a hacer la corrección de estilo de una novela para Ediciones Castillo.
«Esa obra, que formaba parte de la saga del arqueólogo Nils Hazard, de la escritora francesa Marie-Aude Murail, fue el punto de partida para adentrarme en este mundo maravilloso, primero como editor y ahora como autor.
«Es posible que el hechizo se haya consumado porque yo mismo me titulé como arqueólogo, una disciplina que jamás ejercí profesionalmente, pero que de forma inopinada afianzó mi camino por la literatura y la labor editorial.
«A 11 años de distancia, día tras día y lectura tras lectura, constato que la literatura para niños y jóvenes que se publica en México y el planeta entero goza de una calidad inmejorable que no le pide nada –antes al contrario– a los bombazos comerciales para el público adulto». (Escrito por )