En peregrinación hasta la intersección del Callejón del Muro y San Germán, como lo hace desde 1957, el pueblo santiaguero homenajeó a su amado hijo Frank País García -y a su compañero de lucha Raúl Pujol Arencibia-, quien fuera asesinado en este sitio por esbirros de la tiranía batistiana, en esta fecha consagrada como el Día de los Mártires de la Revolución.
Al compás de marchas patrióticas, interpretadas por la Banda Municipal de Conciertos, las máximas autoridades políticas y gubernamentales de la provincia indómita y el pueblo, llegaron ua la Placita de los Mártires donde fue depositada una ofrenda floral a nombre del Pueblo de Cuba en la base del monumento que rememora el hecho que hizo que el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, sentenciara: «¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado».
Como parte del homenaje en el retablo de los mártires en Santa Ifigenia, fueron colocadas ofrendas flores enviadas por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder historico de la Revolución, y Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) y Presidente de la República.
Tampoco faltaron las de Esteban Lazo Hernández, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y del Consejo de Estado, y la del Pueblo de Cuba.
La ocasión fue propicia para entregar el carné de militantes del PCC a destacados trabajadores, bajo la premisa fidelista de que el Día de los Mártires es también el día de la ciudad mártir de Cuba; de la ciudad que a lo largo de la historia, desde la lucha por la independencia, ha demostrado la más extraordinaria dote de patriotismo
En horas de la tarde, serán reeditadas las honras fúnebres, que el pueblo de la Ciudad Héroe realizara el propio 30 de julio de 1957 hasta el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, en honor a Frank, de quién expresó el General de Ejército, Raúl Castro Ruz: era «recto en los principios, organizado y exigente, de una modestia proverbial, valiente hasta la temeridad y de una intuición poco común, era el tipo de hombres que penetran hondo y definitivamente en el corazón del pueblo».
