Como un río cristalino creció el artista en su alma y con el corazón en la mano supo hacer poesía con la imaginación, y viajar, cuando los avatares de la vida y la lucha, lo acompañaban de prisa por los años.
Juan Almeida Bosque, autor de tantas obras como La Ciudadana, La Sierra, La Lupe, Dame un traguito, piezas coreadas y bailadas por muchos viven eternamente en nuestros corazones.
La inspiración, más que un relámpago fue un océano de sentimientos en los que desató pasiones, en su afán de cambiar la realidad denigrante que apremiaba al pueblo.
Mozo de limpieza, taquillero, albañil, pintor, el Comandante que aglutinó en la Asociación de Combatientes de la Revolución cubana, la fuerza que acumula años y sigue demostrando ser invaluable para la Cuba que construimos.
Entre montañas y el susurro de las palmas reales, permanece en la cima de La Esperanza, vigilante y sereno en su puesto de combate, donde reposan los restos de un hombre sensible, que se agiganta en la historia.
Quienes tuvieron el privilegio de conocerlo, no olvidan su estilo de dirección basado en el ejemplo, el rigor y el contacto directo con la gente.
Sus manos de artistas tocaron muchos sueños. Dicen que sobre las olas del Mar Caribe una canción fue luz en noche cerrada; que un nombre de emperatriz despidió a los que serían libres o mártires, que un tema de amor puede ser la semilla de una separación.
Quien haya compartido ese himno al sentimiento más universal que es La Lupe, lanzado un piropo a una mujer que quiere que la miren o leído alguno de sus libros, sabrá de su especial sensibilidad humana y que, en él, latía un corazón que nunca dejó de soñar con la belleza.
Hoy recordamos al Comandante de la Revolución Juan Almeida, el Juan de los humildes, de los rebeldes, de los eternos defensores de la Revolución. Por eso en el aniversario de su muerte, Juan Almeida Bosque nos convoca a reafirmar más que nunca que ¡Aquí no se rinde nadie!