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A la Madre de la Patria, el homenaje infaltable

Como acontece desde hace más de un siglo, cada segundo domingo de mayo una muchedumbre llega hasta el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, de la Ciudad Héroe, para homenajear a las madres que allí descansan, el cenit de la tradición está en el depósito de una ofrenda floral, a título del pueblo de Cuba, ante la tumba que guarda los restos de la Madre de la Patria, Mariana Grajales Cuello.

También, en la necrópolis santiaguera fueron colocadas flores en los monumentos funerarios de mártires y heroínas, y donde yacen las madres de los combatientes; al tiempo que las autoridades políticas y gubernamentales de la provincia indómita, tras encabezar los tributos, visitan a las que aún viven y que, como Mariana, entregaron a sus hijos a la única causa revolucionaria cubana, iniciada el 10 de octubre de 1868.

De Mariana trasciende su consagración en la manigua redentora, descrita en el simbólico texto martiano, La madre de los Maceo, en el cual se relata que, al recibir a su hijo Antonio muy mal herido, y viendo el llanto de las otras mujeres, exclamó: «¡Fuera faldas de aquí, no aguanto lágrimas!»; luego, se dirigió a su pequeño hijo Marcos con determinación: «¡Y tú, empínate, porque ya es hora de que te vayas al campamento!».

No en vano, Fidel nombró como Las Marianas a aquel pelotón de insuperable valor que protagonizó gestas en la Sierra Maestra. De la misma estirpe fueron las alfabetizadoras, las combatientes internacionalistas, las que impulsaron con Vilma a la vanguardia, la «Revolución dentro de la Revolución»; lo son también las deportistas, las campesinas, y todas esas que al hecho de ser mujer añaden la maternidad, con el sello indiscutible de la cubanía.

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