Caminando por los empinados cerros escudriñan de un lado y de otro en busca de sitios no visitados. En medio de la pesquisa, una reja desconocida. La abren. Recelosa, Raquel los atiende y tras las presentaciones, como alumbrada, les invita a pasar.
Los matices de la casa anuncian olvido. La dejadez parece haber plantado allí su nido. Habitan dos personas en ese espacio, mas el impertinente ruido de la soledad pareciera decir lo contrario. Una pareja de abuelitos se las apaña para llegar al próximo día.
Ella, Raquel Sanabria, con 85 años y padeciendo de hipertensión arterial descompensada, se hace cargo de su esposo, Ciro Antonio Ortega, que, con un año más, sufre de diabetes, fractura de cadera y tiene principios de demencia.
Acomodada en un sofá, la anciana explica a los médicos cubanos su situación de salud. Más allá de la fragilidad propia de las décadas vividas y de las enfermedades que los aquejan, la desatención de la familia los ha puesto en un complejo estado de vulnerabilidad. Los precios de los medicamentos casi los dejan sin recursos para alimentarse. Hasta «el bastón del viejo cuenta plata».
En una habitual rutina de «casa a casa», los especialistas de la Mayor de las Antillas encontraron ese caso en la parroquia Catia, donde se puede ver uno de los rostros más humildes de la populosa Caracas. Ahora, al decir de la doctora Yaima Rodríguez Carnera, coordinadora del cdi Los Flores de Catia, Raquel y Ciro Antonio forman parte de uno de los grupos vulnerables que se atienden en la zona.
La labor de los galenos de la Isla no se ciñe solo al trabajo en consulta, explica, también comprende tareas en el terreno como la captación de embarazadas, recién nacidos, y de adultos mayores. Nuestro acercamiento a la comunidad, afirma, ha permitido brindar una atención médica de calidad, que mejore el estilo de vida de la población y, además, «hacemos énfasis en sus derechos de salud, que muchas veces desconocen».
Náyare Cuesta, promotora de Salud en el barrio, les acompaña en la tarea y habla del trabajo en equipo. «Es magnífico trabajar con los cubanos. Cada jornada enfrentamos una tarea diferente, pues atendemos alrededor de 2 900 habitantes. Desde que llegaron, Venezuela cambió».
«Cuando Chávez recorría los barrios, la gente le preguntaba cómo podría hacerse para recibir atención médica gratuita. Fue ahí cuando, junto a Fidel, ideó este proyecto, en el que el pueblo encontró una respuesta a sus necesidades de salud, y hoy contamos con más de 500 cdi en toda la nación», asegura la doctora Darling Marín, presidenta de la Fundación Misión Barrio Adentro.
Si «hablamos de progreso social, debemos mencionar este empeño, que también representa un impulso para América Latina y el Caribe», asegura. De acuerdo con Darling, entre los principales retos de la actualidad se encuentra la formación de especialistas. Aclara que se han graduado más de 82 000 profesionales, salidos justamente del barrio, y se están rehabilitando numerosos cdi en todos los estados.
«Barrio Adentro es un logro en medio de las sanciones, del bloqueo, de lo que vivimos como país. Me hace feliz que el pueblo tenga salud en las comunidades, de mano de los galenos de Cuba».
En tanto, a Raquel y a Ciro Antonio, los médicos antillanos no solo les hicieron el examen físico correspondiente, sino que les hablaron, los escucharon. Ella, en cambio, los despidió con un beso, y los vio seguir andando, barrio adentro.