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Una Casita Infantil en la comunidad de Patria

Mañana, cada uno tendrá una historia diferente que contar: El día, por ejemplo, en que llamaron a sus padres porque, travieso como era, rompió la silla en la que se sentaba y la seño le explicó, con cándidas palabras y sabia paciencia, por qué un niño «educado y bueno» no debía comportarse así.

O el día en que la madre llegó más tarde de lo acostumbrado, y la hija le preguntó por el motivo de su tardanza: «Mami, ¿por qué llegas a esta hora?»

O niños que dibujan el camino de Luisito o el salto ovalado de la rana, unos de los primeros trazos; tal vez, entre los más difíciles para lograr el control muscular de los pequeños.

¡Tantas historias!

Historias en un contexto en el que abrir nuevos círculos infantiles en Cuba es sumamente complejo, pero otra obra igual de hermosa sigue ganando espacios: las casitas infantiles.

Llegar a un lugar como ese siempre constituye un hito en la vida de cualquier menor y de su familia. Son corazones tranquilos que parten a sus tareas diarias, mientras el mayor de los tesoros está al cuidado de la profesionalidad y el amor.

ALEGRÍA Y COLORIDO

A primera vista, no imaginas que dentro de una mole de concreto y hormigón existan tanta ternura, alegría, colorido y tanta seguridad. Pero todo eso y más lo hay en la casita infantil Luces de mi Patria, asentada en el consejo popular Patria, donde existen cuatro escuelas y, paradójicamente, no había algún círculo infantil.

Luces de mi Patria abrió las puertas amparada por la Resolución 58/2021 del Ministerio de Educación, que establece las regulaciones para la apertura y funcionamiento de casitas infantiles en empresas, unidades presupuestadas, cooperativas agropecuarias y no agropecuarias, empresas mixtas, organizaciones políticas…

Fue así como se hicieron realidad las aspiraciones de muchas madres de la comunidad y de sus alrededores, quienes vieron materializar un anhelo que años atrás parecía inalcanzable. Así lo consideran las trabajadoras de este sitio excepcional, distante unos pocos kilómetros de la ciudad avileña de Morón.

La iniciativa, al amparo del sector educacional en el municipio, que asegura su mantenimiento y sostenibilidad, responde a las exigencias de la dinámica demográfica para incentivar los índices de natalidad ante la limitación de capacidades en los círculos infantiles, y es una de las conquistas del Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres.

A la par, es una de las 44 casitas infantiles apoyadas por Unicef Cuba, como parte del proyecto Incremento de la cobertura educativa para la primera infancia, mediante la modalidad institucional. Fortalecimiento de la educación integral e implementación de programas de parentalidad con enfoque de género en Cuba.

La máster Yeisy Llanes Arcia, licenciada en primera infancia, con varios años de experiencia en círculos infantiles, directora de la casita, explica que lo primero que pasa por la cabeza de muchas madres y padres es pensar en quién la pasará peor, si el niño o el adulto, porque adaptarse al proceso no siempre resulta fácil.

Es la primera vez que el menor se separa de su hogar para adaptarse a un mundo desconocido. «Todo ello presupone un cambio para la vida del pequeño, de ahí que el proceso de acogida se convierte para todos en un proceso amable y de mucho cuidado».

De ello da fe Visney Gamboa Cobas, integrante de una mipyme dedicada a la construcción. «Tengo mi hija aquí. La vida se me hace menos complicada. Trabajo sin preocupación. Cuando me marcho, sé que la niña queda en buenas manos. Mi hijo varón también pasó por esta casita».

Opinión similar tiene Midely Durán Cid: «A las madres trabajadoras nos permite continuar nuestras labores. Es una tranquilidad inmensa saber que dejas a tu hijo bien cuidado, en un lugar con las condiciones e higiene óptimas. La casita infantil es una joya, preciosa, y allí los niños juegan, se desarrollan y aprenden a relacionarse con otros pequeños.

«Mi hijo es hiperactivo. Necesita más actividad. Por esa razón, en no pocas ocasiones lo llevo al terreno de pelota para que gaste energía y se acueste temprano. Cuando concluya su estancia, estoy segura de que ingresará con una mejor preparación a la escuela primaria Camilo Cienfuegos».

Diana Rosa Gómez Pereza, administradora, es la encargada del avituallamiento y de asegurar una buena alimentación, estable y variada. «Mis niños comen plato fuerte todos los días. Recibimos alimentos de Acopio en el municipio, del sector del Comercio y de la placita de la comunidad. Ellos meriendan y se alimentan con todas las de la ley, y con el porcentaje de calorías necesario para cada edad».

Odalys Sánchez Díaz, metodóloga que atiende las cinco casas infantiles del municipio avileño de Morón, argumenta que todas recibieron equipamiento para garantizar un mejor funcionamiento y aprendizaje, así como materiales educativos y didácticos para la educación. Con ello, 89 niñas y niños se beneficiaron con espacios de educación de calidad en la primera infancia.

Con el paso de los años, esas instituciones han ganado en aceptación y reconocimiento, tanto en los centros laborales donde están enclavadas, como en las comunidades a las que pertenecen y entre los padres que reciben este beneficio.

La enseñanza más difícil es la de sexto año de vida (cinco a seis años), opina Sánchez Díaz, porque se dan la preescritura, análisis fónico. Toda la base para entrar a la primaria.

La vida se va complejizando hasta que llegan al prescolar. De la casita tienen que salir reconociendo los números naturales hasta el diez, formando palabras, entre otras acciones para que en el primer grado no pasen trabajo.

El barrio también las considera centros de apoyo a niños y niñas en situación de vulnerabilidad, que no acuden a círculos infantiles, como el caso de Raus Ani y Rousniel.

Para los trabajadores resulta una solución, un centro seguro, con asistencia educativa y a menor costo que los servicios particulares (casas cuidadoras y cuidadoras privadas).

Constituye otra ventaja que madres, padres o personas responsables de los menores puedan acceder a fuentes de trabajo e ingresos para el bienestar familiar.

Para la entidad que acoge la casita infantil significa mayor eficiencia, debido a que los empleados sienten a sus hijos cercanos a su puesto de labor. Allí, además, se les garantiza protección, asistencia médica y educación integral, acordes con las particularidades de su desarrollo.

Otro detalle es que se favorece la puntualidad, tanto a la entrada como a la salida del centro, según los horarios establecidos, pues se reducen los traslados intermedios, al estar la institución educativa en la misma empresa o áreas aledañas.

En el proyecto de las casitas infantiles en Cuba ha puesto sus manos el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), organización que trabaja en los lugares más difíciles del mundo y en la Isla Grande también acompaña la implementación del programa social comunitario «Educa a tu hijo», y apuesta por seguir fortaleciendo la educación de la primera infancia.

ROSTROS  Y ACTITUDES

Uno se adentra y observa tantos rostros como actitudes. Leider, el niño tímido que comenzó a llorar cuando vio la cámara fotográfica; Yánder, que quiere ir a pescar; Isaías y Flabia, que desean ver las fotos tomadas por Aparicio; Raus Ani y Rousniel, los jimaguas que simulan alguna inquietud; la otra pareja de jimaguas de la Casita: Diego y Tiago, quienes se abrazan por amor; Loiner, que baja la cabeza ante los desconocidos; Carla, quien es hiperactiva y comparte los juguetes con sus compañeritos, aunque quería quitarle el de Yabdiel…

Todos son maravillosos, excepcionales. Son niños, y, aunque no entienden mucho de los trajines diarios, lo que sí se les nota es que aquí son felices.

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