Abril nos trae, desde sus inicios, un día feliz. Un día para el festejo y la alegría, para el entusiasmo desbordado y las emociones a flor de piel. Nos trae un día de algarabía permanente, momento especial para el recuento, la confirmación; para no olvidar cómo alcanzamos ese día.
Abril nos abrió dos puertas que no podrán ser cerradas, ni con el paso del tiempo, ni por los cambios mundiales, ni las muchas luchas cotidianas que amenazan con la sombra y el desaliento. Dos puertas que, al abrirse, llenaron de luces todos los espacios, removieron las simientes de esta Isla y han marcado, con el amor supremo a muchas generaciones a través de estas décadas.
Día para fundar, día donde se dijo que podíamos formar dos grandes grupos humanos organizados por las bondades de la pequeña edad, por el entusiasmo de aprender, de jugar, de escudriñar en las grandezas de la escuela y salir al barrio, a las comunidades, a las calles de todos para servir desde pequeños, porque así se comienza a trabajar por Cuba, a velar por ella desde la belleza y la fuerza de los jóvenes, esos que van del aula al taller, al surco, al laboratorio; los que cambian con una facilidad sorprendente los libros por cualquier instrumento que en ese momento los necesite más, porque ir siempre al frente es la meta mayor.
Abril tuvo dos partos inolvidables y se los ofrendó a esta nación amada, dos partos que ninguna incertidumbre ni amenaza pudieron impedir que crecieran; y se hicieran nuevos partos, se multiplicaran y florecieran cada día de cualquier mes, y en todos estos años.
La frescura de este mes se parece al espíritu de los que se agrupan en estas organizaciones, los que quedan marcados por siempre y no olvidan su paso por ellas, su permanencia, no olvidan lo que en ellas disfrutaron y aprendieron, los errores y tropiezos que también enfrentaron, las muchas formas en que se puede, y se tienen, que superar barreras, enfrentar incomprensión y hasta miedos.
Abril nos trae el homenaje oportuno, la certeza de que se puede seguir con la mirada en las alturas, con el deseo intacto de conquistar el horizonte, de forjar un futuro luminoso y mejor para cada niño y joven que corra y sueñe en esta tierra que se alimenta del beso fresco y amoroso de sus mejores hijos.
Aparece con la asombrosa alegría que no mengua, viene anunciando su llegada, y como un remolino va de rincón en rincón, removiendo aquí y allá, recordando lo que no se hizo bien, poniendo ante todas las miradas lo que se forjó aún en medio de muchos desafíos.
Abril nos trae historias de vidas que se van repitiendo, que nacieron del esfuerzo de todos y que se hacen verso y canción en las sonrisas de los niños y jóvenes, en sus derechos conquistados a fuerza de trabajo duro, de amor infinito, del deseo perenne de seguir aquí, alimentando las pasiones, los buenos deseos, las ansias de batallar por la belleza, por la necesidad de no quedar al borde del camino, ese que se abrió ante los pies de los que decidieron hacer de este día de abril, un día feliz, un día de sol y lo pusieron a brillar allí, en el pecho de Cuba.