A dos décadas de su muerte, aún podemos asistir a las obras del reconocido cineasta, e impactarnos
El amplio catálogo del cine cubano nos ha dejado importantes lecciones históricas en filmes como Memorias del subdesarrollo (1968) y Fresa y Chocolate (1993), de Tomás Gutiérrez Alea, o Lucía (1968), de Humberto Solás. Por esa senda podemos encontrar también las producciones de Pastor Vega, relevante director cinematográfico, quien falleciese el 1ro. de junio de 2005, a los 65 años de edad.
Con el estreno en 1979 de Retrato de Teresa –su obra más popular y premiada–, se inició como director en largometrajes de ficción. Sin embargo, su carrera había comenzado en la actuación, cuando ingresó, en 1958, en Teatro Estudio, dirigido por los hermanos Vicente y Raquel Revuelta.
Al mismo tiempo, actuó en películas como Un día de trabajo y La decisión. Esta última, de la autoría de José Massip, en cuya filmación conoció a la actriz Daisy Granados, su entrañable compañera de vida y gran protagonista de su obra.
Su padre, el reconocido repentista Justo Vega, fue una figura de la cultura cubana que dignificó el punto guajiro; a quien el cineasta reconoció parte de su vocación artística.
En el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), entre cuyos fundadores estuvo, y luego de haber trabajado como asistente de dirección, fue promovido, en 1964, a director de documentales. En esa labor produjo, por ejemplo, ¡Viva la República! (1972), un clásico de la documentalística cubana.
En 1970, ascendió a director de largometrajes; y, en 1978, comenzó a dirigir el Departamento de Relaciones Internacionales del Icaic, labor que desempeñó hasta 1987.
En su amplia trayectoria destacan la fundación del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano –del cual dirigió sus primeras 12 ediciones–, en 1979; y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en 1986. En la ficción prosiguió con Habanera (1984), Vidas paralelas (1992) y Las profecías de Amanda (1999), entre otros filmes.
Premiado con la Distinción por la Cultura Nacional, impartió cursos y conferencias por todo el mundo, y sus filmes se han exhibido en más de 50 países. Dedicó los últimos años de su vida a la producción teatral, quizá para rememorar sus inicios.
A dos décadas de su muerte, aún podemos asistir a sus obras e impactarnos, pues no han perdido su estilo ni su función expresiva. Una frase de Retrato… –revolucionaria, feminista y polémica en su tiempo–: «¿y si yo hubiera hecho lo mismo?», más de 40 años después, aún nos ofrece una lección valiosa en torno a la equidad de género, y sus brechas.