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Foto / Photo: Isniel Díaz Arocha

Recuerda Mirtha Ibarra su debut cinematográfico

En el marco del 9.º Festival de Cine de Verano, impulsado por el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), el capitalino cine Charles Chaplin acogió este viernes un emotivo encuentro con la reconocida actriz Mirtha Ibarra, quien compartió sus vivencias en el rodaje de la icónica película “La última cena” (1976), recientemente restaurada.

El espacio, conducido por la periodista Arisney Montero, propició un emotivo intercambio con la Premio Nacional de Cine 2025 acerca de su debut en esta emblemática obra.

Dirigido por el insigne Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996), el filme fue reconocido como el más destacado del año en el Festival de Cine de Londres de 1977, consolidando su trascendencia en el patrimonio fílmico cubano.

Al referirse a la película, Ibarra la calificó como una pieza cumbre de la cinematografía latinoamericana; destacó a su vez el exquisito manejo artístico y la profunda comprensión de la realidad histórica.

Para mí fue una gran experiencia participar; mi personaje era muy pequeño, pero representó mi primer paso por la pantalla grande, expresó.

La actriz también elogió la sobresaliente fotografía de la cinta y su impecable composición estructural; resaltó, además, su profunda significación social al «individualizar al esclavo», exponiendo sus conductas, su manera de pensar y su inquebrantable arraigo a la cultura africana.

Asimismo, reveló que la cinta — inspirada en hechos reales ocurridos en el siglo XVIII—, documentada en un fragmento de «El ingenio», del historiador Manuel Moreno Fraginals, narra la trágica decapitación de doce esclavos.

No obstante, Gutiérrez Alea, conocido popularmente como Titón, concibió un desenlace alternativo: un esclavo logra evadirse, decisión que fue interpretada por el director como una contundente muestra de lucha constante, simbolizando la inquebrantable búsqueda de la libertad por parte del cimarrón, refirió la también dramaturga.

La trama del filme se desarrolla durante un Jueves Santo en un ingenio azucarero cubano; un acaudalado conde habanero de profunda fe religiosa reúne a doce de sus esclavos para lavarles y besarles los pies, invitándolos después a cenar.

Durante la velada, el conde conversa con ellos, intentando justificar la explotación a la que los somete mediante principios de humildad y resignación a la religión católica.

Los esclavos, inspirados por la aparente sinceridad del conde, deciden no trabajar al día siguiente como legítimo acto de desafío; sin embargo, el aristócrata, preocupado por mantener su control y autoridad, responde con una brutal represión, desencadenando consecuencias trágicas para quienes participaron en dicha cena.

El intercambio del cine Charles Chaplin no solo reconoció la trayectoria de Mirtha Ibarra, sino que también subrayó la importancia del largometraje, mejorado en calidad de imagen y sonido.

Tales espacios reflejan el compromiso del ICAIC con la preservación del patrimonio audiovisual y la conexión intergeneracional con las obras maestras que sustentan la identidad cinematográfica cubana.

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