Al decir de Marta Valdés, Sindo Garay era el asombro mismo
La fecha de hoy es propicia para rendirle un emotivo tributo a la memoria del que está considerado como más alto exponente entre los cultores de la canción trovadoresca en Cuba; y no puede ser otro que el inolvidable Sindo Garay, fallecido un día como hoy, pero de 1968, en la capital de todos los cubanos, a la edad de 101 años.
Antes de resaltar el significado de su legado en el entorno patrimonial de nuestra cancionística, traemos a colación una frase de la compositora Marta Valdés acerca del memorable trovador: «Sindo Garay es el asombro mismo». No existe otra valoración más precisa y a la vez tan abarcadora para definir el misterio que se mueve alrededor de este músico santiaguero.
Todavía hoy en día nos preguntamos con el mayor respeto y la más profunda admiración: ¿Cómo pudo desarrollar el universo de una vasta obra autoral marcada por la originalidad y una singular complejidad, si se formó de manera autodidacta?, razón por la cual tenía nada más que los elementales conocimientos de música.
Alguien del bagaje profesional de Ernesto Lecuona, al escucharlo en sus canciones, no pudo contenerse y le preguntó: «¿Cómo puedes escribir estas cosas, Sindo, sin haber estudiado música?». Por su parte, Eduardo Sánchez de Fuentes, otro de nuestros grandes maestros, nombró a Sindo como El brujo, un punto de apoyo para intentar explicar esa magia presente en canciones de un extraordinario lirismo, como son Perla Marina, Mujer bayamesa o Retorna, entre tantas otras.
Obviamente, estamos ante la presencia de un genio innato, que componía y tocaba intuitivamente; y, a la vez, quienes lo conocieron afirman que evitaba acercarse a todas aquellas manifestaciones de vulgaridad y de facilismo a las que se han enfrentado los músicos talentosos de cualquier época.
Por ejemplo, Perla marina es un testimonio del más elevado rango artístico, debido a la belleza del texto plasmado en una melodía de suprema elegancia. Desbordado de un amor infinito a la tierra que lo vio nacer, Sindo, en Mujer bayamesa, nos entrega una preciosa alegoría dirigida a las cubanas que harían lo que fuera necesario si la patria llegara a encontrarse en peligro.
Pero va todavía más lejos con el El huracán y la palma, profética pieza en la cual compara su amada Cuba con aquella palma que no cedió ante los fuertes vientos huracanados.
Al presentir que el final de su existencia estaba cerca, compuso Testamento lírico, canción para dejarnos lo más grande que había tenido: su música, con la esperanza de que fuera recordado.
Así ha sido y será por siempre, Sindo.
El huracán y la palma
Silbaron los pinos, auxilio siniestro
los cedros tranquilos expresan dolor,
la ceiba frondosa temblando sonríe,
la yerba en el llano,
sumisa a morir. Pero hay una palma
que dios solamente,
le dijo al cubano
cultiva su amor.
Que erguida y valiente,
con blanco capullo,
que sirve de espada
doblada hacia el suelo,
besando la tierra
batió el huracán.