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Ilustración de Michel Moro / Illustration by Michel Moro

Guardemos el arma en el bolsillo

Si puedes detenerte, pensar, librarte del enojo y la velocidad que el arma confiere, poco a poco volverá a ser una herramienta, y la definirás y no ella a ti  

Si ya que la vida es compleja, absurda y llena de sucesos inesperados, un día sales de casa y a la vuelta de la esquina te tropiezas con alguien herido o una persona que ha muerto, con su dolor, sangre o vulnerabilidad, no uses tu arma, guárdala en el bolsillo. Socorre, ayuda o mantén respetuoso silencio.

Si un día cualquiera, alguien que conoces o no, hace el ridículo en tu presencia; o te envían imágenes o la captura de una conversación donde se reproduce un acto íntimo o una habladuría, no uses tu arma. No reproduzcas la vergüenza de los demás.

Si sientes la tentación de burlarte del otro, de criticar su cuerpo, su orientación sexual, su apariencia…; de multiplicar el odio, aleja el arma de tus manos. Escóndela bien lejos de ti…

Si al llegar a casa prefieres mirar el arma una y otra vez, sopesar entre tus manos el poder que otorga, en lugar de conversar con tus hijos, con tu madre, con tu pareja… aleja su frío, esa manera en la que separa a los otros de ti. Nunca, nunca, la pongas sobre la mesa mientras comes.

Y como las armas también pueden servir para autoinfligirse daño, piensa en el uso que le das a la tuya si es lo primero que miras antes de dormir y al levantarte, si la mantienes obsesivamente cerca, si te supones desprotegido cuando no la llevas encima… si todo lo que sientes, deseas o crees está mediado por la manera en que la empleas.

Si puedes detenerte, pensar, librarte del enojo y la velocidad que el arma confiere, poco a poco volverá a ser una herramienta, y la definirás y no ella a ti. Y disfrutarás momentos sin tener que grabarlos, y mirarás a los ojos, y te distanciarás del morbo, y serás más humano, y el mundo, otro.

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