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¿Estados Unidos puede derrotar a Irán?

Una eventual guerra entre Estados Unidos e Irán sería un conflicto prolongado y extremadamente costoso, tanto desde el punto de vista humano como del estratégico. A pesar de la evidente superioridad militar usamericana en tecnología y capacidad logística, una victoria rápida de la Casa Blanca es sumamente improbable.

Irán no es un blanco fácil. Con un territorio extenso –cerca de 1 648 000 km2, un poco mayor que el estado de Amazonas– formado por montañas accidentadas, desiertos inhóspitos y regiones de difícil acceso, una invasión terrestre se convertiría en una misión casi suicida. El ejemplo de Afganistán todavía está fresco en la memoria del Pentágono: aun con un poderío militar superior, Estados Unidos enfrentó inmensas dificultades en un territorio montañoso y políticamente fragmentado.

Debido a eso, Washington probablemente evitaría enviar soldados al suelo iraní y preferiría atacar por aire con misiles y drones de largo alcance. No obstante, esa estrategia tendría límites obvios ante la capacidad iraní de resistencia y respuesta asimétrica.

Una de las mayores bazas geopolíticas de Irán es su potencial control del Estrecho de Ormuz, una vía marítima vital que conecta el Golfo Pérsico con el Golfo de Omán y, por consiguiente, con el Océano Índico. Ese Estrecho, de unos 39 kilómetros de ancho en su punto más angosto, separa a Irán de Omán y de los Emiratos Árabes Unidos. Por él transita cerca del 20 % de todo el petróleo que se consume en el mundo.

Si Teherán bloqueara esa ruta estratégica, el impacto sería devastador para la economía global. Las exportaciones de petróleo de Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Iraq, Qatar y el propio Irán se verían gravemente afectadas, lo que provocaría una escalada de los precios del barril de petróleo. Irán también exporta gas natural, cobre, trigo, pistachos, azafrán y dátiles.

Históricamente, el Estrecho de Ormuz ha sido controlado por varios imperios y potencias, incluidos los persas, los árabes, los portugueses (siglo xvi), los británicos (siglos xix y xx) y, más recientemente, Estados Unidos. Por tanto, el control de esa región es un punto de disputa geopolítica que trasciende el conflicto actual.

Aunque Irán no tiene el mismo nivel de sofisticación bélica que Estados Unidos, domina tácticas de guerra asimétrica y cuenta con una red de milicias aliadas en Iraq, el Líbano, Siria y Yemen. Esos grupos, como Hezbollah, pueden atacar intereses de Estados Unidos y sus aliados en la región. Además, Teherán posee misiles balísticos capaces de alcanzar bases de Estados Unidos en el Medio Oriente, así como ciudades e instalaciones estratégicas de Israel y Arabia Saudita.

En guerras recientes, Irán ha demostrado su capacidad para preservar su infraestructura básica y realizar ataques inesperados, como el bombardeo de bases usamericanas en Iraq tras el asesinato del general Qassem Soleimani, en 2020.

Otro dato crucial es el avanzado programa iraní de enriquecimiento de uranio, que constituye un factor disuasivo. Aunque Teherán afirma que el programa es pacífico, muchos analistas creen que funciona como un «seguro» contra posibles ataques externos.

En el plano político, una guerra contra Irán representaría un enorme riesgo para Washington. El costo diplomático y la ausencia de un apoyo internacional significativo harían que cualquier intervención resultara extremadamente impopular. Internamente, supondría un desgaste considerable para Trump y el orgullo yanqui, especialmente después de los fracasos en Vietnam, Iraq y Afganistán. Resta saber si Estados Unidos está dispuesto a enfrentar una nueva ocupación prolongada, sin garantías de éxito.

Añádase que Rusia y China, aunque no sean aliadas formales de Irán, tenderían a apoyarlo diplomática y económicamente, en especial en el Consejo de Seguridad de la onu. Cualquier sanción adicional a Irán podría desestabilizar aún más los mercados internacionales y poner en peligro la oferta global de energía.

A diferencia de Iraq en 2003, Irán tiene un Gobierno consolidado, instituciones estatales relativamente estables y un nacionalismo que se fortalece en momentos de amenaza externa. Probablemente, incluso los opositores internos al régimen depondrían sus diferencias ante una invasión extranjera, lo que dificultaría tanto una victoria militar como una imposición política.

Aunque Estados Unidos tiene capacidad para infligirle daños sustanciales a Irán mediante bombardeos aéreos y navales, una rendición incondicional de Teherán es sumamente improbable. La historia demuestra que las potencias occidentales con frecuencia subestiman la resiliencia de las naciones del Medio Oriente. E Irán, por su posición estratégica y su experiencia histórica, tal vez tenga menos que perder que cualquier país que decida atacarlo

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