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Circávila 2025: Día 2

Cuando comenzó la función mañanera con el circo Rayitos de Sol, el cine San Carlos en Morón no estaba completamente a tope de su capacidad, pero se veía inmenso. Y es que la risa, los aplausos y la calidad del espectáculo son garantías para el éxito.

Grandes y chicos, atrapados por más de una hora de pura magia en cada ejecución, se dejaron llevar por la emoción que guía el pulso de los números circenses. A muchos les faltó el aire cuando subieron a Maikiel en la tela aérea y, desde una altura de más de diez metros, hizo piruetas y estiramientos, amarrado a los tobillos y con la actitud de quien está acostado en el diván viendo el mundo pasar.

Muchos se estremecieron de placer cuando, en el número Muñeca, con Janeisy y Alexa, vieron salir de la caja minúscula a la pequeña con el personaje muy bien caracterizado y una sincronización alucinante con su dupla.

Cuando los malabaristas hacen gala de un lenguaje corporal coherente, orgánico y preciso, la escena se arma de una forma especial y el circo deja de ser circo para convertirse en un terreno fértil e imaginativo. Se les da rienda suelta a la creatividad del público, que siempre tendrá la última palabra, alucinada y feliz.

Así se hicieron sentir el trío de varones con su número Los zombies que, de tan hermosos, denotaban ternura. Su sincronismo, elasticidad, expresividad y gestualidad merecieron el aplauso de todos al unísono.

Hermoso también fue ver el compañerismo y la voluntad de hacer arte cuando entre tres o cuatro agarran una soga que hará subir hasta el techo el aro o la tela para que se realice el acto más aterrador y degustado de todos. Nadie se queja, asumen su rol de grupo y acuden al disfrute de quien está allá arriba dando lo mejor de sí.

La música en el circo también es protagonista y con Rayitos alcanzó momentos espectaculares, sobre todo cuando echó a rodar el recuerdo de tiempos pasados (Aro volante), amistades perdidas (Muñeca) o el reto de seguir avanzando cuando la vida nos pone en jaque (Equilibrio con copas).

No hubo un solo momento en que se viera levantarse al público para abandonar la sala. Ni el calor ni los apagones hicieron de las suyas. Los aplausos fueron más que combustible para mantener viva la llama del arte circense, ese que, de tan humilde, solo amerita atención y asombro público para seguir adelante.

Al final del show llegó el momento de reconocer a viva voz los 12 premios obtenidos por Rayitos de Sol en la recientemente finalizada XIX edición del Festival Internacional de Niños y Jóvenes Aficionados al Circo. La devenida carpa del San Carlos sirvió de muestrario de esa calidad interpretativa ya incuestionable, que cada año supera a la propia agrupación. En el pasado 2024 Rayitos también obtuvo varios premios en este certamen, y en 2025 hicieron leyenda.

Los aplausos finales, minutos antes de anunciar la actuación vespertina con Areíto, de Camagüey, y el circo de Granma, sirvieron de alguna forma para agasajar a Juan Alberto Iglesias por los 44 años que cumplió su compañía de circo el 20 de mayo.

La tarde en Ciego de Ávila, en el escenario del cine Carmen, fue no menos pintoresca.

Con el espectáculo Soñando en colores del Guiñol Polichinela, se matizó la primera hora de escenificación. Las cuatro payasitas en el proscenio hicieron levantarse a grandes y chicos para que la diversión echara a volar por todo el lugar. Y hasta los adultos tuvieron que demostrar peripecias.

Solo les jugó una mala pasada el uso de los micrófonos para hacerse escuchar. No había uno para cada una y ellas podían proyectar muy bien sus voces, pero cuando el público es inmenso…

Nuevamente el lunetario del cine se vio desbordado en su capacidad. Como en los viejos tiempos y a pesar del calor, el público se supo feliz y asombrado. Nadie pareció quedarse sin cumplir con sus propias expectativas. Por eso los aplausos y ovaciones fueron más que sonidos, cómplices de la calidad artística.

En esa cuerda estuvo el mago Ankiel Jiménez López, quien demostró, una vez más, que tiene un luminoso futuro como mago en esta isla divina. Así como los estudiantes de la escuela de circo de La Habana, que hicieron malabares, danzaron y contorsionaron sus cuerpos hasta sacarnos de la rutina y el tedio.

Con el segundo espectáculo a las 5 de la tarde y en ese mismo escenario, los integrantes de Areíto de Camagüey y el circo de Granma hicieron encender las llamas de la felicidad con sus malabares, números de payasos y mascotas perrunas; con sus cuadrantes giratorios, aros y contorsionistas; mezclados todos en la verdadera magia que solo Circávila puede proveer en la ciudad, por estos días maravillada, de los portales.

Hoy domingo concluye la IX edición de este evento que fue rescatado para beneplácito de todos y por fin cumple con uno de sus objetivos esenciales: magnificar el arte circense.

Escrito por Vasily MP 

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