«Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica, Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo». Así dio a conocer la noticia el actual presidente de la nación sudamericana, Yamandú Orsi.
Hace varias semanas «Pepe» Mujica había anunciado su retiro definitivo de la vida pública, tras una dura batalla contra el cáncer, que, a partir de un tumor, se extendió luego por su cuerpo.
A inicios del pasado mes de abril, el destacado político declararía al semanario local Búsqueda: «Ya terminó mi ciclo. Sinceramente, me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso».
Ante sus contundentes palabras, numerosas fueron las reacciones de solidaridad con uno de los más carismáticos y reconocidos líderes de la región, un hombre que nunca dejó de vivir como un humilde uruguayo, aun cuando llevaba las riendas de la nación.
Su partida física constituye, además, el cierre de un ciclo político y de lucha que Mujica recorrió por más de medio siglo, que inició como guerrillero del Movimiento Tupamaro, después como prisionero durante los 12 años de la siniestra dictadura militar de la década del 70 e inicios de los 80, para más tarde continuar como legislador, ministro y presidente.
Con su llegada al poder, en 2010, Pepe Mujica se convirtió en el cuadragésimo mandatario de su país, e implementó una serie de programas dirigidos a la inclusión y el bienestar social, entre ellos el Plan Juntos, dirigido a mejorar las condiciones de vivienda de las familias más pobres.
La Ley de Matrimonio Igualitario, aprobada en 2013, fue una de las primeras en América Latina, y la diversificación implementada durante su gestión en materia de agricultura convirtió a la nación sudamericana en un importante polo exportador de alimentos.
Fuera de fronteras, Pepe buscó un equilibrio diplomático, fungió como promotor del diálogo ante conflictos en nuestro continente y, sobre todo, alzó siempre la voz por la unidad para la cooperación y el crecimiento mutuo de los pueblos, en organizaciones regionales como Mercosur y Unasur.
Por esa propia vocación de tener siempre al pueblo uruguayo y su bienestar como centro de su trabajo y de su vida, nunca se fue del todo y colocó todo empeño posible por encima de dolencias personales.
Tal vez por eso el guerrillero Tupamaro dice adiós con la tranquilidad del deber cumplido, tal vez porque, luego de años convulsos y de políticas desiguales y complejas, nuevamente habrá alguien que piense primero en sus compatriotas por encima de los beneficios personales.