Ofrendas florales del General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana, y del Presidente Díaz-Canel, honraron al querido actor
Un sentido aplauso, el que se ofrece desde el corazón cuando se admira y se agradece, fue proferido ayer, en la Necrópolis de Colón, por familiares, colegas, amigos y pueblo en general, en la despedida al completísimo actor Mario Limonta, fallecido el pasado sábado, a unas horas de cumplir sus 89 años.
En los rostros presentes el profundo respeto; en la memoria, como ráfagas, las imágenes del Mario–Nacho Verdecia, o del sargento Arencibia; las estampas de sus actuaciones en el teatro y el cine; o de sus muchas otras entregas en las que fue lo que se le pidió ser –sin encasillamientos ni medianías–; la estelarísima interpretación de Sandalio, el Vola’o, que basta mencionar para que venga al pensamiento, junto al decir, la figura de Aurora Basnuevo, la Estervina que contrincaba con el personaje, y su inseparable compañera en la vida.
«A luchar contra el olvido, porque lo bueno no pasa», fue la exhortación del actor Alden Knight, en las palabras que honraron el momento. El descanso eterno y la paz son el sentir de sus allegados y de este pueblo, al que perteneció orgullosamente, y al que le tributó lo mejor de sí mismo, con la magnificencia de su arte.
Junto a su «Mulatísima», Mario Limonta ocupará para siempre un sagrado sitio en la cultura y en la espiritualidad cubana.